Un esfuerzo sin fronteras

Un esfuerzo sin fronteras

No todos los mexicanos que vivimos en el extranjero lo planeamos así. Quizá nuestra ambición nunca fue migrar en algún momento hacia otro lugar. Y sin embargo, aquí estamos, a miles de kilómetros de nuestro país.

¿Dónde? suelen preguntarme cuando digo que vivo en Sabah. Una provincia de la isla de Borneo, en Malasia, respondo. Las preguntas que suceden en tono de asombro, o quizá fascinación son: “¿Cómo? ¿Desde cuándo?”.

Nací en junio de 1977 en la Ciudad de México, en una familia donde siempre me inculcaron ser independiente y esforzarme por alcanzar mis metas. Inspirada por una materia llamada “Investigación Científica del Siglo XX” decidí estudiar biología. La maestra era dinámica, divertida y relataba cada descubrimiento como una gran aventura. La doble hélice de ADN me cautivó, quise entender más sobre genética.

Egresé como Bióloga de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos en el 2000. Aunque cursé la mayoría de las materias relacionadas con el trabajo en laboratorio, las salidas de campo por el trópico seco de Morelos me dejaban con ganas de hacer más por esos lugares. En paralelo, la biología celular y las enfermedades infecciosas atrapaban mi atención. Entonces decidí aplicar a una maestría en Ciencias Bioquímicas en el Instituto de Biotecnología de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde supe lo que era trabajar de tiempo completo haciendo biología celular de los parásitos que causan amibiasis.

Al terminar los estudios, el camino obvio era continuar con el doctorado, pero la perspectiva de dedicarme solo al trabajo de laboratorio no me convencía, también quería continuar con las salidas de campo. Irresoluta, comencé a trabajar para la Dirección General de Investigación y Posgrado de la UAEM.

En esos dos años tuve dos accidentes de tránsito que casi me cuestan la vida, poniendo una nueva perspectiva a mis planes futuros. Tomé dos decisiones: trabajar en algo significativo para el planeta y conocer algo del mundo más allá de México. Mi idea original era aprender, regresar y poner en práctica lo aprendido.

Los monos siempre me gustaron. Desde bebé tengo un chimpancé de peluche, mi favorito. Por eso decidí buscar un proyecto que combinara mi amor por los primates y el estudio de parásitos infecciosos. Apliqué al Doctorado en Ciencias Biológicas en la Universidad de Cardiff en el Reino Unido y propuse como investigación las infecciones de malaria en orangutanes de Borneo.

Pero, ¿cómo aplicaría eso en México? Aunque no hay relación directa, existen condiciones paralelas en el sureste mexicano, donde los monos aulladores y araña padecen enfermedades transmitidas por mosquitos, como el dengue y la malaria.

Al igual que los orangutanes, estos monos viven en fragmentos de selva que están en constante presión por las actividades del hombre, como el cambio de vegetación local a plantaciones de palma africana, de la que se obtiene aceite para diversos productos de consumo humano. Las enfermedades y la fragmentación del hábitat son grandes factores que influyen en el peligro de extinción de estas especies, tanto en México, como en Borneo. La propuesta de doctorado fue aceptada y, además de la Universidad, me apoyaba la beca CONACYT y otras instituciones.

En 2007 llegué a la provincia de Sabah y fue amor a primera vista. Sentí que había aterrizado en el trópico mexicano, hasta me hablaban en Malayo por el parecido físico de la gente de aquí con la de allá. El calor y la humedad me remontaron a Tampico; la vegetación abundante, a las selvas del sur de mi país. Me sentí en casa. Sin embargo, el gobierno de Malasia no me dio los permisos de investigación sobre malaria. La angustia y miedo me asaltaron, ¿qué haría ahora que tenía todos los financiamientos? ¿Los iba a tener que regresar? ¿Me cancelarían el doctorado?

Ya había pasado seis meses en Cardiff y no quería dar marcha atrás. Mi asesor me sugirió hacer un proyecto en genética de poblaciones y parasitología en primates en el Santuario de Vida Silvestre del Bajo Kinabatangan, y el gobierno de Malasia aceptó el proyecto. Estaba feliz, podía continuar con el doctorado y llegaba el momento de entender más sobre genética, ¡al fin!

Para mi suerte, la Universidad de Cardiff y el Departamento de Vida Silvestre de Sabah acababan de firmar un acuerdo para crear el Centro de Campo de Danau Girang: una estación biológica que albergaría a investigadores y estudiantes para hacer prácticas de campo e investigación a corto, mediano y largo plazo. La universidad daría los fondos para restaurar unos edificios abandonados que estaban en medio del santuario y el salario del director del centro; el departamento prestaría los edificios y daría el aval para las visas de trabajo.

Benoît Goossens, el investigador de postdoctorado que tuvo la idea de crearlo, fue designado como director y desde un inicio quedó claro que el futuro del Centro dependería de su tenacidad, fuerza de voluntad y convicción en el proyecto.

El Centro de Campo de Danau Girang abrió sus puertas en julio de 2008 y la primera estudiante que recibió fui yo. En estos trece años desde su apertura, han acogido a más de dos mil estudiantes de licenciatura y posgrado.

El río Kinabatangan es el más largo de Sabah y el Santuario de Vida Silvestre del Bajo Kinabatangan y toda la llanura del río han sido llamado el “Amazonas del Este” por la gran biodiversidad que alberga, se estima que hay más de 600 especies distintas de vertebrados, es hogar de los icónicos orangutanes y elefantes de Borneo, y es uno de los dos únicos lugares en el mundo en que 10 especies de primates viven juntas.

Es lo que los biólogos llamamos un “hotspot” de biodiversidad; un lugar que es necesario conservar. Así que, al terminar el doctorado, comencé a trabajar para el Danau Girang Field Center (DGFC) y, aunque no de manera directa, para el gobierno de Malasia, asesorando proyectos de conservación e investigación.

Desde su apertura, el Centro de Campo de Danau Girang se ha convertido en mucho más que una estación biológica. Además de alojar a estudiantes e investigadores y hacer monitoreos de fauna y flora, realiza conservación basada en datos científicos.

La investigación hecha en DGFC ha sido, principalmente, para entender cómo los cambios en el hábitat realizados por los humanos han afectado la fauna de la planicie del Kinabatangan. Su trabajo está plasmado en más de 200 publicaciones: libros de texto y de divulgación, tesis, reportes y artículos científicos en revistas indexadas. Sin embargo, la investigación aislada no es suficiente para conservar a las especies, son necesarios los diálogos certeros entre investigadores y legisladores, y divulgación efectiva de los datos científicos hacia el público en general.

El Centro de Danau Girang ha logrado influenciar las políticas en Sabah, aplicando datos científicos en actividades como la creación de planes estatales de manejo para cinco especies icónicas: monos násicos, elefantes de Borneo, orangutanes de Borneo, oso Malayo de Borneo y pantera nebulosa de Sunda. Así como la inclusión del elefante de Borneo y del pangolín de Sunda en la lista de especies totalmente protegidas en Sabah.

Danau Girang Field Centre es también miembro del comité de manejo del Laboratorio de Salud, Genética y Forense de Fauna Silvestre, el cual también co-creó. Actualmente financiamos una unidad de inteligencia y otra de estudios forenses para ayudar al Departamento de Vida Silvestre de Sabah en su lucha contra el comercio ilegal y el tráfico de especies silvestres protegidas. Hemos avanzado, pero aún queda mucho por hacer.

Estoy convencida que para proteger algo, primero hay que quererlo. Y, para quererlo, hay que conocerlo. Terminé lejos de México porque fue en la selva de Sabah donde me enamoré.

No siempre es sencillo enfocarse en una pasión sin extrañar la tierra natal. Quizá sentí que aquí me necesitaban más que allá. O quizá haya sido el sentimiento de estar en casa, pero en una novedosa y exótica, lo que me ha hecho quedarme. Sea como fuere, mi ambición en la vida no fue migrar fuera de mi país, sino hacer una labor que ayudara a la conservación de nuestro planeta. Para esa misión, no importan las distancias, ni las fronteras, cualquier esfuerzo es para el bien de todos.

Milena Salgado Lynn es asesora científica del Danau Girang Field Centre y  acaba de recibir el reconocimiento “Mexicanos Distinguidos” otorgado por el Instituto de Mexicanos en el Exterior, a través de la Embajada de México en Malasia. Está casada con Benoît Goossens y, además de Danau Girang, tienen un hijo de nueve años que nació en Malasia.

Si quieren conocer más sobre el trabajo de Milena, la vida en la selva de Borneo, las especies que lo habitan visita la página www.dgfc.life

Por Milena Salgado Lynn
Twitter @Danau_Girang
Instagram @danaugirang

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