¿A qué se dedica mayormente la población mexicana en el área de la ciudad Capital de Canadá y como han cambiado su composición y patrones desde que usted inmigró a Canadá?
Los mexicanos en esta región contribuyen a la economía y desarrollo en diversas áreas: desde empresarios en el área restaurantera, investigadores en el área médica, científica, profesionistas en empresas privadas, universidades en donde existe un gran número de estudiantes de posgrado , sector educación y servicios públicos en general. Gracias al Tratado de Libre Comercio de América del Norte, TLCAN, desde enero de 1994 se hizo posible la contratación de profesionistas de tecnología por empresas privadas y por entidades del gobierno canadiense. El TLCAN abrió las puertas a un gran número de mexicanos en el área de tecnología en la zona que en esa época empezó a conocerse como el “Silicon Valley de Canadá” y fue así como inmigré a Ottawa en noviembre de 1995. En ese entonces, la población mexicana en el área era reducida y también era muy limitado el campo de trabajo debido a las restricciones de visas y el proceso de reconocimiento de profesiones de otros países.
¿Antes de inmigrar a Canadá tuvo usted la experiencia posiblemente como estudiante de vivir fuera de México e insertarse en otra cultura, de ser el caso cuáles fueron las principales enseñanzas de esa experiencia que se llevó con usted a Canadá?
Tuve la oportunidad de estudiar en Arizona en la Lourdes Academy y en la Universidad Estatal de California, Fullerton, CSUF, como estudiante extranjera y de intercambio. Esas dos experiencias enriquecieron la visión de mi identidad mexicana y posteriormente me ayudaron en el proceso de adaptación tras inmigrar a Canadá. Dos enseñanzas muy valiosas marcaron mi experiencia. La primera fue desde el punto de vista cultural donde me di cuenta de la importancia de conocer bien mis raíces y saber transmitirlas de una manera digna y con orgullo dondequiera que esté como promotora de la cultura mexicana por medio de la danza y la enseñanza del español.
La segunda fue vivir el proceso de adquisición de una segunda o tercera lengua al mismo tiempo de promover, conservar y difundir el español viviendo fuera de México. Estas experiencias ahora las aplico diariamente en mi trabajo como maestra de francés como segunda lengua en escuelas inglesas donde más del 60 por ciento de la población en mi salón de clases habla en casa una lengua diferente del inglés y del francés.
Usted ha impulsado desde 2019 que la juventud de origen mexicano asentada en Canadá sea parte del Programa de Inmersión Cultural y Voluntariado de verano en México que coordina el IME (PICV) ¿Cuáles considera usted sean los rasgos distintivos que enriquecen al PICV desde el punto de vista de la tradición bicultural presente en Canadá o bien las prácticas que estimulan a las juventudes canadienses a hacer voluntariado internacional?
Las juventudes mexicano-canadienses han crecido en un entorno donde el voluntariado es parte del tejido social. Hay la fuerte tradición de donar su tiempo a organizaciones comunitarias haciendo labores altruistas en eventos culturales, programas de aprendizaje, hospitales, asilos, escuelas, asociaciones deportivas, culturales y organizaciones internacionales. El voluntariado generalmente empieza a la edad de 15 años y les cuenta como experiencia de trabajo (conocida como Relevant Canadian Experience) y para su portafolio académico.
El Programa de Inmersión Cultural y Voluntariado es una puerta de oportunidades para estos jóvenes en donde pueden llevar y promover el espíritu de hacer una aportación ofreciendo sus servicios y talentos dentro de una comunidad en México y al mismo tiempo establecer un vínculo con su país de origen desarrollando sus habilidades de liderazgo. Todo programa de voluntariado es en esencia valorado como un programa de liderazgo.
Como promotora cultural ¿Cuáles han sido las vivencias que le vienen a la mente en la realización de iniciativas de impulso a las tradiciones mexicanas que hayan sido muy bien aquilatadas entre los canadienses en la proyección hacia terceros de los valores culturales del país?
La experiencia más enriquecedora ha sido posicionar a México en festivales internacionales por medio de la danza folklórica en diferentes partes de Canadá y el mundo por medio del Ballet Folklórico Aztlán de Ottawa-Gatineau, organización de la que he sido co-fundadora e integrante en los últimos 19 años. La emoción en un momento de la gira de nuestra compañía de danza a Italia en donde el público local acompañó cantando el “Cielito Lindo” por las calles de Roma. En otra actividad, resultó sumamente emotivo bailar el jarabe tapatío durante la primera iluminación de las Cataratas del Niágara con los colores verde, blanco y rojo de la bandera mexicana.
Promover la cultura mexicana en Canadá tiene particularidades, en función del tejido multicultural del país. En una ocasión, al concluir nuestra función en la sede de la UNAM en Gatineau se nos acercaron funcionarios canadienses interesados en que montáramos los bailes mexicanos en la explanada el edificio Lester Pearson, sede del Departamento de Asuntos Exteriores, Comercio y Desarrollo, en ocasión de la visita del Presidente de China a Canadá. Ese deseo de la Cancillería canadiense de que fuéramos parte del mosaico cultural que representa al país fomentó nuestra convicción de que la promoción cultural mexicana en Canadá y desde Canadá la podemos hacer no solo con integrantes mexicanos, sino con participantes de diferentes orígenes culturales.
En su papel de educadora ¿Cuáles fueron las iniciativas pioneras en las que tomó liderazgo o formó parte para impulsar un mejor conocimiento de Mexico, su lengua, historia, cultura y sociedad entre las juventudes que residen en Canadá?
En el 2002, con iniciativa de un grupo de padres de familia interesados en conservar y fomentar la educación en español, se creó la escuela comunitaria “Expandiendo Horizontes” en colaboración con la sede de la UNAM en Canadá, la comunidad Cultural Canadiense de Ottawa-Gatineau y el apoyo del naciente IME. En esa época se empezaron a impartir cursos de español y de historia de México para niños y un programa de educación preescolar donde fui la coordinadora y maestra por algunos años. También tuve la oportunidad de formar parte de las Jornadas Educativas organizadas por el IME en la Cd. de México, contribuyendo en la obtención de materiales educativos como por ejemplo la colección “Al sol solito” de libros del rincón para niños de preescolar y educación primaria. Se promovió el lanzamiento del concurso de dibujo infantil “Este es mi México” que ha sido un vehículo para desarrollar el talento artístico y la promoción cultural de México por dos décadas. Al mismo tiempo, en esos años fungía como maestra de danza del grupo infantil del Ballet Folklórico Aztlán e impartía cursos de español como segundo idioma en varias escuelas francesas de la región. Formé parte de la última generación del Consejo Consultivo de los Mexicanos en el Exterior CCIME y previo a eso desde la sociedad civil impulsé la creación de una comisión específica para Canadá en el CCIME. Ya como integrante del CCIME propuse iniciativas en la Comisión de Educación como la del retorno digno y las ventanillas de orientación educativa.
¿Qué iniciativas impulsadas por el IME considera usted han podido impactar favorablemente entre las juventudes de origen mexicano en el rubro del deporte?
La participación en la Olimpiada Nacional como Equipo IME ha sido una de las iniciativas que han dejado una marca positiva en los jóvenes que tuvieron la oportunidad de participar en disciplinas como canotaje, gimnasia, atletismo, bádminton y hockey sobre hielo. El hecho de representar a México con la camiseta del IME en una olimpiada nacional dio a los jóvenes atletas un sentido de pertenencia y conexión. Incluso, algunos jóvenes asentados en Canadá eventualmente representaron a México en otras competencias internacionales.
¿Qué experiencias destaca usted de los esfuerzos autónomos de organización y liderazgo comunitario en los que le ha tocado formar parte?
Una de las grandes experiencias de trabajo en comunidad ha sido trabajar en el equipo de la coordinación del Ballet Folklórico Aztlán desde sus inicios, tocando puertas a nivel local e ir escalando niveles para conseguir un espacio y recursos para los jóvenes y niños. Esta ha sido una labor de liderazgo, dedicación y definitivamente “amor al arte” y sobre todo “amor por México”.
Como promotora del PICV 2021 ¿Cuál fue su experiencia en el reclutamiento de candidaturas tomando en cuenta que por primera vez se incluyó a Canadá y el grupo final pudo incluir una importante representación proveniente sobre todo de Ontario y con presencia de Quebec y Alberta?
Este reclutamiento y promoción del programa representó muchos desafíos por la situación en la que estamos viviendo con la pandemia. La convocatoria del programa se distribuyó por medio de líderes en diferentes partes de Canadá que amablemente lo promovieron. Recibí muchas preguntas acerca del programa, especialmente de parte de padres de familia en que en Canadá suelen involucrarse mucho en impulsar el desarrollo plural de sus hijos e hijas. Considero que, en muchos de los casos, el interés quedó sembrado para el futuro y se podría construir un grupo de Canadá más numeroso y plural para el PICV 2022.
Reconociendo la visión que ha expresado de que el PICV en tanto programa de voluntariado es necesariamente un programa de liderazgo juvenil ¿Qué recomendaciones puede usted hacer para estimular a las juventudes y dar seguimiento a las actividades educativas y de voluntariado que han realizado durante su estancia de verano en México?
Una de las recomendaciones sería que los jóvenes de alguna manera compartieran su experiencia con la comunidad de jóvenes mexicano-canadienses en Canadá por medio de un video, plática o presentación exponiendo sus mejores vivencias, aprendizajes y posibles estrategias de vinculación con programas en comunidades en México.
De modo institucional, una buena oportunidad está en que los egresados del PICV 2021 tengan participación en eventos organizados por la Embajada, los Consulados o la sede de la UNAM, así como por las organizaciones comunitarias. Esto motivaría a las siguientes generaciones a participar y fomentaría el desarrollo de liderazgos juveniles.