Romina Hernández
Voluntaria del IME
Se suele pensar que las y los migrantes con educación superior se van del país de forma voluntaria y pocas veces regresan a establecerse en su país de origen. Según cifras del Instituto Nacional de Migración (INM), en el año 2023, 211,980 connacionales fueron deportados o repatriados de EUA a México. Sin embargo, aún no se tienen cifras de los retornos libres y voluntarios de los profesionales en el extranjero ni de las condiciones en las que lo hacen. Se asume que la o el profesional que migra calculando costos y beneficios no volverá a establecerse en su país de origen. Además, no existen políticas públicas de reintegración para este tipo de población debido a que se considera una decisión individual.
En la mente, el corazón y los recuerdos de la mayoría de quienes nos vamos, regresar siempre parece una posibilidad. Soñamos con volver a vivir en México y morir en la tierra que nos vio nacer, pero pocos lo logramos. Solo regresamos en contadas ocasiones, si el tiempo y la economía nos lo permiten: de vacaciones o un evento importante, como una boda o un funeral.
En este pequeño artículo y testimonio personal, comparto mi experiencia de retorno voluntario como mujer migrante profesional que ha vivido más de 20 años en el exterior. Describo algunas situaciones a las que nos enfrentamos quienes, como yo, tomamos la decisión consciente de regresar a vivir el sueño mexicano. También, comparto algunas herramientas personales que pueden facilitar una nueva reinserción.
Soy consciente de que, a diferencia de las y los miles de compatriotas que son desplazados o forzados a volver a México a causa de una deportación o un sueño de migración frustrado, mi decisión fue libre, calculada y motivada por razones personales. Sin embargo, esto no la hace menos compleja ni más sencilla.
Mi primera motivación es familiar. Soy hija única y estar lejos por tantos años me ha privado de la oportunidad de nutrir los vínculos con mi madre. Me gustaría estar presente físicamente para poder acompañarla en sus últimos años de vida. La segunda motivación es profesional. Me llena de ilusión contribuir con mi experiencia, nuevas habilidades y conocimientos a mi país de origen, así como devolverle lo que con tanta confianza me ha otorgado.
De acuerdo con el sociólogo Víctor M. Espinoza, la añoranza de regresar a la tierra natal se origina en la falta de integración de los migrantes en su nueva comunidad. Este sentimiento constante de no pertenecer ni aquí ni allá hace que muchos de nosotros, que vivimos en un país distinto, nos preguntemos , si volver sería una buena decisión y de ser así, cuál sería el momento adecuado para regresar, pero el momento ideal no llega, y con el tiempo, la posibilidad de regresar se aleja. Se va creando un mayor arraigo, se tienen menos razones para volver, y las cosas se complican cuando formamos una familia. Quizá por eso las cifras sobre los retornos voluntarios son escasas, los estudios son limitados y las políticas públicas de reintegración son inexistentes, aun así en la mente y el corazón del migrante, regresar siempre parecerá una posibilidad.
Según Oded Stark, “parte de un proyecto migratorio bien planificado permite al migrante ganar dinero en el extranjero y mejorar sus habilidades mediante nuevas experiencias”. Por su parte, David McKenzie menciona que “las sospechas sobre el regreso, los juicios de valor y la discriminación suelen surgir, especialmente si el retorno ocurre después de un largo período; los migrantes profesionales, en promedio, han pasado 3 años en el extranjero”. Por lo tanto, el regreso tras un tiempo prolongado puede ser percibido como un fracaso por quienes nunca han tomado la decisión de partir y luego regresar.
Personalmente, vivir en el exterior me ha dado enormes satisfacciones: hablo tres idiomas, tengo una especialidad en políticas públicas y experiencia en fomentar relaciones interculturales. Construí un capital afectivo con la comunidad local, y a pesar de toda la experiencia, las ganancias, los aprendizajes y las alegrías, constantemente enfrentaba las preguntas obligadas que nos hacen por ser migrantes: ¿De dónde vienes? ¿Por qué viniste? ¿Escapaste de tu país? Al regresar, estas preguntas persisten, a veces desde un lugar de sospecha más que de curiosidad: ¿Y por qué te regresaste? ¿Por qué ahora? Siempre se busca entender el motivo de nuestra presencia.
Mi regreso está lleno de ilusión por reintegrarme a mi país y por transferir mis conocimientos y habilidades al nuevo contexto socioeconómico, político y cultural de México. Soy consciente de los desafíos que implica una decisión de esta magnitud. A continuación, comparto algunas estrategias que considero útiles al migrar.
- Tener un plan B y C
La cotidianidad, los múltiples desafíos y nuestra nueva realidad nos pondrán a prueba. Es probable que mucho de lo que planeamos no ocurra como esperábamos. Estar abiertas y abiertos a nuevas posibilidades hará que los imprevistos no resulten tan pesados y permitirá vivirlos como una aventura.
- No olvidar el propósito inicial ni nuestros objetivos
Es fácil perder de vista nuestros objetivos cuando las cosas no salen como las planeamos. Mantener presente nuestra motivación principal para regresar será fundamental: recordar las actividades, sabores, olores y personas que extrañábamos mientras estábamos lejos.
- Ubicar nuestra nueva red de apoyo.
Es importante estar preparadas (os) para las desilusiones afectivas. Aunque las nuevas tecnologías y las redes sociales facilitan mantener relaciones a distancia, también pueden generar falsas expectativas. Esta etapa tendrá muchos descubrimientos, con suerte algunos familiares y amistades se mantendrán para apoyarnos. Probablemente, tendremos que crear una nueva red de solidaridad, apoyo y cuidado mutuo.
- Conservar una buena actitud
Vivir fuera de México por tantos años nos brinda una perspectiva única, pero también es cierto que la mejor contribución que podemos hacer al regresar, es mantener una actitud de curiosidad, novedad y humildad.
Volvemos a un país que ha cambiado en términos políticos, sociales, culturales y laborales. Nuestra integración al mercado laboral y a la sociedad dependerá en gran medida de la actitud con la que regresemos.
- La resiliencia.
Es la habilidad de reinventarnos y adaptarnos. Es la valentía de descubrir quiénes somos y en quiénes nos convertiremos, lo que nos permite conservar la alegría y la esperanza a pesar de los desafíos.
Aunque el retorno de los migrantes profesionales varía según el contexto económico, social y cultural, la decisión sigue siendo libre y voluntaria.
Los estudios académicos sobre el retorno de migrantes profesionales son menos extensos en comparación con los de quienes fueron forzados a regresar. Es necesario implementar mejores políticas públicas que permitan a las y los migrantes profesionales en retorno la posibilidad real de utilizar los conocimientos y habilidades adquiridos en el extranjero.
Regresar al “terruño” no es en absoluto sencillo para quienes hemos vivido muchos años en el exterior, tendremos que recurrir a nuestros recursos internos y externos para reinsertarnos social y productivamente.