Trastornos mentales y los obstáculos al tratamiento y recuperación

Trastornos mentales y los obstáculos al tratamiento y recuperación

El pasado 13 de enero se conmemoró el día mundial de la lucha contra la depresión. De acuerdo con el manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (Asociación Americana de Psicología, 2013), el trastorno depresivo mayor no solamente es caracterizado por un estado de ánimo continuo de tristeza y desesperanza, sino por otra sintomatología relacionada con aspectos psicológicos, cognitivos y físicos como pérdida de interés en casi todas las actividades, variaciones en el apetito o el peso, pérdida de energía, falta de concentración, entre otros. Síntomas que repercuten significativamente en las áreas social, familiar, laboral, y cualquier otra significativa.

Si bien, por un día, las redes sociales se llenaron de información relacionada con esta enfermedad y mensajes desestigmatizantes, cuando la depresión se vuelve una realidad en el entorno más cercano, no es poco común la negación o desacreditación de que se trata de una enfermedad, la falta de búsqueda de ayuda profesional, o de apoyo por parte del entorno familiar o social cercano.

Esto no es exclusivo de las personas que padecen depresión, sino que estas respuestas suelen ser compartidas a la presencia de cualquier otro trastorno mental. La visualización por un día de lo que implica una enfermedad como la depresión es importante, pero sería necesario que tuviéramos un día para hablar del resto de trastornos, o un buen punto de partida sería la constante y generalizada visión de los trastornos mentales como enfermedades tan complejas como las físicas, que requieren de atención especializada, que dicha atención existe y que el tiempo en que estos trastornos habían de vivirse a la sombra ha terminado.

Desafortunadamente, estamos lejos de esa visión, al contrario, el desconocimiento ha fomentado la proliferación de pseudoterapias, que más allá de no ofrecer una solución a la necesidad de las personas, pueden representar un riesgo en sí mismas.

No es el objetivo de este artículo una enumeración de ellas, sino la promoción de la importancia de acudir a profesionales reconocidos (colegiados, especializados o con cédulas profesionales, dependiendo del país) y de centros acreditados por sectores de salud, en vez de cualquier otra oferta de teorías o métodos, que no puedan respaldar su efectividad más allá del testimonio subjetivo de quienes la promueven y que suelen resultar en un retraso del tratamiento y bienestar de las personas.

Además del surgimiento de estas distintas pseudoterapias, otras de las cosas que atentan a la búsqueda oportuna y adecuada de tratamiento es el estigma que, a pesar de que ha tomado formas más sutiles, aún sigue condicionando a las personas que padecen un trastorno mental.

Por ejemplo, no es poco común encontrar entre los adolescentes (y uno que otro adulto) la idea de que la vida ha sido creada para vivir en constante felicidad y satisfacción, o, al menos, es a lo que se encuentran expuestos constantemente a través de lo que se muestra en redes sociales, donde también cualquier emoción, comportamiento, circunstancia que no siga o promueva dicho patrón, no es digna de visualización o seguidores.

Así, no es de admirarse la creciente insatisfacción que surge con la cotidianidad de la propia vida al contrastarla con la perfección que se trasmite en los medios de comunicación y las distintas plataformas de redes sociales. Esta exposición no es que sea una causante del trastorno mental, pero si un favorecedor de que, ante la aparición de los primeros síntomas, éstos se oculten, se busque información de cualquier medio y se vuelva más sencillo seguir “consejos” que aparecen muchas veces en las mismas plataformas, con la esperanza de tener una solución inmediata, a fin de evitar ser rechazado y estigmatizado.

Como mencioné, el estigma ahora es más sutil, pero si bien por un día pudimos leer mensajes como “la depresión es una enfermedad mental más allá de la tristeza”, el resto del año lo que encontramos son frases como “la felicidad viene cuando aprendes que estar triste no sirve para nada”, “la actitud positiva es más fuerte que las drogas”, “has de la felicidad un hábito”, frases que envían el mensaje que:

1) La “tristeza” como emoción es invalida y 2) que deshacernos de ella depende de nosotros mismos.

Todo incorrecto. Las emociones, todas, tienen un fin adaptativo, por eso nacemos con ellas, no hay buenas o malas, y no, no siempre cambiar depende de uno mismo; las enfermedades mentales tienen un factor causal biológico importante, leer cada día frases como estas sólo hacen que la gente se sienta culpable de no lograr “ser feliz”. Y lo mismo se aplica a otras cosas como controlar una conducta adictiva, un impulso, el estado de ánimo, etc., no depende al 100% de la voluntad de las personas.

Otro obstáculo puede ser el tratamiento mismo cuando no se explica a las personas que han de esperar, los alcances del fármaco, la función de la terapia y terapeuta y el trabajo que ellos mismos han de hacer.

Los trastornos mentales son enfermedades multifactoriales, el curso de tratamiento no es el mismo, debe adecuarse a cada persona, en algunos casos ameritará medicación, pero el fármaco no siempre podría ser el mismo, la terapia psicológica ha de centrarse en factores que resulten relevantes para la persona que tenemos delante, y si, aunado a todo ello, el cambio en el pensamiento (por expresarlo de alguna manera) ha de acompañarse por cambios en el estilo de vida que refuercen un estado de salud integral.

Pero, ¿cómo podemos contribuir a cambiar las situaciones anteriores?

A quienes practiquen cualquier tipo de terapia dirigida al tratamiento de los trastornos mentales, pediría honestidad, establecer un diagnóstico adecuado y reconocer cuando algo se escapa del alcance del método, teoría o terapia que se practique.

 A las familias y responsables de centros educativos, que promuevan la educación mediática, los niños y adolescentes aún están aprendiendo a filtrar el mundo, y sus constantes fuentes de información se vuelven la verdad, así sean videos de tiktok o frases que acompañen las fotos de sus influencers favoritos, educarles a cuestionar y contrastar lo que ven.

A quienes son cercanos de alguien que padece un trastorno mental, separen a su familiar, amigo o pareja de quien es con la enfermedad, y verán que no hay nada de que avergonzarse, ni nada que temer, inviten a la búsqueda de ayuda profesional, y recuerden que la cura tampoco está en sus manos.

Y, finalmente, a las personas que estar padeciendo algún trastorno mental, les invitaría a tener esperanza. A lo largo de mi vida personal y posteriormente como profesional, he tenido la oportunidad de compartir con personas que han lidiado con su salud mental, todas ellas son personas de extrema valía, que si bien con altos y bajos, han seguido adelante, han aprendido a reconocer su enfermedad no para desaparecer detrás de un diagnóstico (como mucha gente ha querido hacer con ellos) sino para identificar momentos, situaciones, pensamientos, emociones, y aprender a manejarlos en vez que los acaben manejando a ellos.

 Así que, si no tienen claro ni que tienen o donde acudir, o quizá se encuentran en un lugar donde la solución no llega, dense la oportunidad de buscar abiertamente ayuda profesional, de hablar de lo que les pasa, no están solos, y si, la recuperación es posible.

Los trastornos mentales son una enfermedad como cualquier otra, no imaginamos a alguien siendo estigmatizado porque se rompió el brazo y ha de usar una férula por un tiempo, normalizamos dichas situaciones. De la misma manera, normalicemos lo suficiente los padecimientos mentales, para que la próxima vez que se vuelvan una realidad en nuestro entorno, bajo el nombre de depresión, ansiedad o cualquier otro, sea igualmente normal que dicha persona asista a terapia con un profesional acreditado o tome una medicación como sería llevar a alguien con un brazo roto a urgencias traumatológicas lo antes posible, en vez de mostrarle antes cientos de frases invitándole a que “haga de vivir con un brazo roto un hábito porque su actitud será la mejor medicina”.

Por Jazmín Lucero Munguía Godínez
Doctora en psicología clínica y de la salud
Miembro RGMX capítulo Barcelona
@Talentia_BCN

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