Por Eduardo Luis Altamirano Chávez.
Contribuir con los mexicanos en el exterior ha sido una de mis experiencias profesionales más importantes. He colaborado en el Programa de Intercambio de Maestros (PIM) en dos ocasiones, una en 2018 en el estado de California y recientemente en el verano del presente año en Oregón, Estados Unidos. En ambas experiencias tuve la oportunidad de conocer personas, escuchar historias de vida y aprender en comunidad. El programa tiene un carácter eminentemente humanista y estoy seguro que marca de por vida.
Para aplicar al programa, primero esperé la convocatoria estatal. Reuní los requisitos y fui parte de un proceso de formación que, junto con mis compañeros, nos dio la oportunidad de sensibilizarnos en torno a la migración y conocer más a fondo la complejidad del fenómeno, profundizamos y reflexionamos sobre principios didácticos y metodologías activas, además compartimos experiencias en un diálogo permanente.
En marzo del presente, participamos en el XXVII Seminario Nacional de Capacitación de Maestros en Morelia, Michoacán; ahí tuvimos la oportunidad de reconocernos con docentes de otras entidades y durante las actividades de aprendizaje valoramos la cultura mexicana, conocimos más sobre la migración, cantamos y jugamos, pero también hubo un conocimiento más profundo sobre las metas para el programa de verano.
Días después nos entrevistaron autoridades educativas de Estados Unidos, nos hicieron preguntas y finalmente seleccionaron al personal docente que cumplió con todos los requisitos. Fui notificado que participaría en el estado de Oregón junto con dos compañeras, Estefanía de Hidalgo y Karla de Baja California. La emoción crecía por la incertidumbre y la cercanía de vivir la experiencia.
Pensé en un proyecto de intervención educativa relacionado con los elementos de la naturaleza como puente intercultural para el planteamiento en las sesiones de trabajo con las niñas y niños. Hablar sobre el agua, la tierra, el viento y el fuego podría ayudar como disparadores en clase. Investigué sobre estos referentes en fuentes documentales y encontré que en el México prehispánico tenían gran relevancia; por ello, podrían convertirse en el vínculo para conectar tanto el pasado histórico como los fenómenos de la actualidad.
Abordar el tema desde una perspectiva de la naturaleza tendía puentes entre Michoacán y Oregón, porque en ambos lugares hay presencia de cuerpos de agua, bosques, han ocurrido incendios e incluso el viento se utiliza y aprovecha en diferentes actividades. Compartí la idea con el equipo seleccionado y entre todos nutrimos activamente las propuestas.
Fluyeron las ideas con actividades y recursos como la leyenda de los volcanes, la mariposa monarca y los bosques, los juguetes de madera, mitos sobre la creación del universo según los purépechas, el juego de pelota encendida, los rehiletes, el papel picado, la danza del pescado de Michoacán, el baile de “Las amarillas” de Guerrero, los instrumentos musicales, entre otros.
Con las actividades aprobadas, llegó el momento de comenzar la aventura. Me dirigí hacia Guadalajara el 22 de junio y en un vuelo directo hacia Portland llegué por la noche de ese mismo día. Pasó por mí una de las directoras de la Escuela de verano, la maestra Angélica Navarro y su esposo. Me llevaron hasta la casa de la familia que me hospedaría durante ese mes. Al día siguiente conocí al resto del equipo docente y administrativo, así como a la profesora Victoria Aguilar, la otra directora de la escuela de verano. Ambas directoras siempre estuvieron pendientes de nuestra estancia y nos apoyaron enormemente. Hasta el momento a mis compañeras docentes mexicanas sólo las había visto por reuniones a distancia, fue muy emocionante conocerlas y desde ese momento coincidimos y formamos un gran equipo.
Trabajé con los grupos de pre-k y primer y segundo grados. Ellas trabajaron con el tema de animales en peligro de extinción, por lo que realicé los ajustes para retomar los elementos del viento y del agua que previamente había considerado para hablar sobre especies de colibríes en peligro de extinción y la amenaza al pescado blanco del Lago de Pátzcuaro, Michoacán.
Los días transcurrieron entre colores, papeles, trazos, cantos, juegos y juguetes, listones, lecturas, historias y muchas actividades.
La profesora Victoria organizó junto con las familias migrantes, comidas en diferentes hogares. Las familias nos recibían amistosamente, compartimos anécdotas y pudimos conocer más sobre las experiencias de cada uno de ellos en su llegada a los Estados Unidos, su relación permanente con México, el aprendizaje del español y la importancia de la educación para sus hijos. Además, cada miércoles llevamos a cabo talleres con familias y cuidadores llamados “Noches familiares” donde realizamos actividades culturales, cocinamos, cantamos, bailamos, jugamos y reflexionamos sobre la educación de los hijos y el apoyo familiar.
Fue un mes muy activo. Celebramos el 4 de julio, probamos la comida local, conocimos más sobre la cultura y valores estadounidenses, nos maravillamos por los espacios naturales, practicamos nuestro inglés, hicimos ejercicio con un grupo local, convivimos con muchas personas y nos involucramos en la vida cotidiana de la comunidad.
Siempre recibí acompañamiento de la coordinación estatal del PROBEM Michoacán, a cargo de la Mtra. Gabriela Acosta que con su liderazgo buscó que nuestra participación dejara huella, además de llevar la consigna de ser sensibles, humanos, responsables y laboriosos en nuestro ejercicio profesional.
Al término del mes regresamos a México, contentos por la experiencia y los saberes movilizados. Dimos cuenta de nuestro trabajo frente a nuestras autoridades y rendimos información en el ejercicio de evaluación del programa a través de los instrumentos diseñados por la coordinación nacional. Compartimos con nuestras familias (que amorosamente siempre nos acompañaron) y colectivos docentes, ordenamos poco a poco las ideas y regresamos a nuestra cotidianidad.
Los pasados 8, 9 y 10 de octubre asistimos a la XXX Reunión Binacional PROBEM 2023. En diferentes mesas de diálogo, paneles y presentaciones escuchamos los resultados del proceso de participación de los 79 docentes que participamos este año. Fue muy emocionante vernos nuevamente, conocer las historias de éxito, plantear horizontes de transformación y escucharnos.
Participar en PROBEM ha cambiado mi vida tanto en lo personal como en lo profesional. Hay un antes y un después de mis colaboraciones, pude acercarme al estudio de la movilidad humana académicamente, escuché las historias de familias migrantes, he atendido en las aulas en México estudiantes migrantes, me he formado en la enseñanza del español para extranjeros y además he profundizado en el conocimiento de la cultura mexicana.
Invito a otros docentes a participar en el PIM, estoy seguro de que será una experiencia para toda su vida.