Por Dra. Ruth S. Contreras Espinosa
Red Global MX – Capítulo Barcelona
@ruthsofhia
El síndrome de la impostora, una realidad que afecta de manera desproporcionada a las mujeres, ha emergido como un estigma palpable, y ha sido especialmente visible durante la pandemia. Esta tendencia a sentir constantemente la necesidad de demostrar aptitudes y valía laboral (a pesar de tener logros y habilidades objetivas) ha sido exacerbada en contextos de desafíos laborales cambiantes, llevando a muchas mujeres a invertir más tiempo y energía en mantenerse a la altura de las circunstancias profesionales.
La educación históricamente brindada a las mujeres no nos ha favorecido, debido a que muchas no fuimos educadas como futuras líderes, sino como “señoritas”, preparándonos para roles tradicionales y restringiéndonos a trabajar en selectas disciplinas y tareas domésticas. Como resultado, cuando una mujer alcanza el éxito en su carrera y asume roles de liderazgo en proyectos de investigación, empresas o equipos de envergadura, a menudo nos vemos enfrentadas en primera instancia a una lucha interna con nuestra autoestima, porque nos sentimos “impostoras”. Este fue uno de los desafíos expresados de manera elocuente durante el Primer Conversatorio de mujeres Mexicanas Migrantes en Europa: éxitos, oportunidades, necesidades y retos, organizada en la ciudad de Bruselas, Bélgica el 18 y 19 de julio de 2023.
Otro de los desafíos mencionados, y que se encuentra en todos los sectores, surge de un patrón que se ha denominado “Efecto Matilda”. Este es un concepto que describe la tendencia histórica a minimizar, ignorar o atribuir a otros los logros y contribuciones de las mujeres en el ámbito de la ciencia, la tecnología, la investigación y otros campos. El término se deriva del nombre de Matilda Joslyn Gage, una sufragista y abolicionista del siglo XIX que defendió la idea de que las mujeres científicas y sus logros a menudo eran pasados por alto o apropiados por hombres.
Aunque es más evidente en el ámbito de la investigación, donde las mujeres representan un bajo 28% de los estudiantes en carreras científicas a nivel mundial, según la UNESCO, este fenómeno se extiende a diversas disciplinas. La invisibilidad de los logros femeninos es un problema apremiante. Por esta razón, las universidades, gobiernos y empresas tienen la oportunidad de desempeñar un papel crucial al reconocer el talento en función de la habilidad y no del género. Además, es fundamental fomentar y nutrir el liderazgo femenino. De aquí la importancia de este encuentro organizado por el Instituto de los Mexicanos en el Exterior y la embajada de México ante el Reino de Bélgica y el Gran Ducado de Luxemburgo ante la Unión Europea, en donde se escucharon las voces femeninas de 37 mujeres afincadas en Europa, que contra viento y marea han llegado a ser lideres en sus ámbitos y que tenían mucho por decir.
Reclamar un apoyo activo para fomentar las carreras profesionales de las mujeres, así como para facilitar su acceso a roles directivos y de responsabilidad, es una necesidad imperante. Es fundamental erradicar la noción de que las mujeres no estamos equipadas para liderar cambios. La demanda es clara: queremos más visibilidad para las mujeres, más mujeres líderes en equipos (en todas las disciplinas), más medidas y apoyos que nos permitan trabajar y vivir seguras, y más respeto por todo lo que hacemos.
Este cambio de actitud puede traer consigo la promesa de socavar gradualmente el famoso ‘techo de cristal’, un fenómeno que persiste en limitar el ascenso de las mujeres a posiciones de poder. Esta barrera, que se manifiesta en todas las áreas profesionales, y que está arraigada en la estructura social. Superarla será un desafío complejo si no se implementan medidas de discriminación positiva que aboguen por la igualdad sustantiva y real. Estas medidas, como las cuotas temporales, se plantean como una vía para ayudar a desmantelar de manera efectiva el techo de cristal.
En última instancia, abordar el síndrome de la impostora, fomentar el liderazgo femenino y eliminar el ‘efecto Matilda’ y el techo de cristal requiere una transformación en la percepción cultural, institucional y social de la valía de las mujeres en todos los campos. El empoderamiento genuino y el reconocimiento de la capacidad y el talento de las mujeres son esenciales para forjar un futuro más equitativo y diverso.
Un abrazo y todo mi reconocimiento a todas las mujeres que, como yo, luchan día a día por lograr esta transformación.