Por Romina Hernández
Terapeuta Relacional y mexicana migrante
que radica en Canadá desde hace más de 20 años.
El pasado 9 de enero del 2024 tuve el privilegio de platicar con Irene del Valle, psicoterapeuta especializada en migración sobre el tema de racismo y el impacto en las personas migrantes (entrevista completa). Como terapeuta humanista holística mi labor consiste en acompañar a las personas migrantes en su vida cotidiana para lidiar con el impacto de los diagnósticos y tratamientos proporcionados por especialistas como Irene.
Como terapeuta relacional, no cuento con la acreditación para realizar evaluaciones, dar diagnósticos o tratar traumas, a diferencia de Irene. Sin embargo, organizo talleres, doy conferencias y terapia individual a personas de diferentes culturas en contextos de migración. Tengo una formación académica y una experiencia profesional que me permiten mirar, comprender y comunicar las relaciones que generamos desde una perspectiva sistémica, histórica, estructural y por supuesto, en mi consultorio de manera única e individual. Así que pensé que conversar con Irene podría ser sumamente complementario.
Hasta hace poco tiempo hablar de racismo resultaba todavía tabú en muchos ámbitos o sociedades. Muchas veces, todavía en el imaginario colectivo, se tiende espontáneamente a reducir el tema o a minimizarlo. Todavía nos sigue costando trabajo reconocernos en actos individuales y sistémicos que involucren racismo o discriminación.
La persona con comentarios o comportamientos racistas casi siempre es la de enfrente, pocas veces “nosotro@s mism@s”. Generalmente abordar el tema crea tensión e incomodidad. Sin embargo, ¿Cómo podríamos atacar el problema si no empezamos por hablar de él de manera abierta, firme y directa? Irene y yo coincidimos en varios puntos, uno de ellos es la necesidad de formarnos y actualizarnos en la materia para poder producir profesionales de diversas áreas en contacto con poblaciones migrantes y sensibilizarles y volverles expert@s en la materia, no solo psicoterapeutas, sino también servido@s públicos, profesor@s, policías, trabajador@s sociales, etc, para poder acompañarles, atenderles y servirles mejor.
María Fernanda Rivero Benfield, menciona en su artículo: Hospitalidad Selectiva. Una tradición Mexicana (2023) muy acertadamente que muchas veces el racismo se mezcla con otros aspectos como la clase social. María Fernanda menciona que muchas veces las personas migrantes no son rechazadas solamente por su origen o por su color de piel, sino también por el hecho de venir de una clase social baja, o por no haber migrado por los canales “legales” e institucionales.
En el caso de México, María Fernanda observa muy acertadamente: “No vemos la molestia cuando un jeque de los Emiratos Árabes decide vivir en México” o cuando vemos mujeres extranjeras blancas con cuerpos “estéticos” en bikinis refrescarse en la fuente de Río de Janeiro en la Colonia Roma de la Ciudad de México pero sí vemos la molestia en los asentamientos de las, los y les migrantes provenientes en su mayoría de Centro América en la Plaza Giordano Bruno de la Colonia Juárez. Desafortunadamente éste discurso se reproduce en todas partes del mundo de manera muy similar.
En las sociedades liberales, progresistas como México y Canadá “se ve mal” tener un discurso discriminatorio. El propio racismo individual integrado (muchas veces inconsciente y de manera involuntaria) es una conversación incómoda que nos cuesta reconocer. Irene Del Valle me explica en nuestra entrevista sobre el racismo aversivo, que es aún mucho más difícil de detectar por su sutilidad. Según la definición en su libro “Ni de aquí ni de allá” tomado del ACNUR. “El racismo aversivo es empleado por personas que están abiertamente en contra del racismo y de los comportamientos racistas. Éste racismo sutil pretende la igualdad de derechos y la libertad para que cada grupo viva su propia cultura abiertamente. En cambio, las actitudes racistas se producen mediante la distancia con la otra persona, falta de empatía o mostrando frialdad.”
Yo le comparto a Irene en la misma entrevista, que mi interés es mucho más por la comprensión del racismo histórico, estructural, socio-jurídico y del cómo los Estados son corresponsables de perpetuar prácticas y políticas racistas que marginalizan, excluyen e impactan profundamente la salud emocional, mental, física y relacional de las personas que migran. Sin embargo, no puedo dejar desapercibida la corresponsabilidad individual en perpetuar estereotipos, “micro”-agresiones, prejuicios (muchas veces sin intención de lastimar) de las, los y les ciudadanos que participan en la construcción de la identidad propia y de las personas que consideran “extranjeras”.
Otro punto en el que coincido con Irene, es la preocupación por el impacto emocional, mental y relacional de quien sufre de discriminación o racismo ya sea individual o estructural. El constante temor de las personas migrantes a ser discriminadas o marginadas debido a su origen étnico, su color de piel combinados con su estatus social puede generar angustia crónica, estrés, hipervigilancia afectando su bienestar psicoemocional de manera significativa.
Además, el racismo puede llevar a sentimientos de aislamiento y soledad, ya que las personas migrantes pueden tener la impresión de no ser bienvenidas en la sociedad que les recibe, afectando su autoestima y sentido de pertenencia. La constante exposición a actitudes y comportamientos discriminatorios o incluso bromas con carga racial, prejuicios o estereotipos puede generar sentimientos de vergüenza e inferioridad impactando su valía como personas y en ocasiones genera la internalización de sentimientos negativos hacia el propio origen, o color de piel. Irene me comenta como muchas personas migrantes por vergüenza de decir que lo son, o por el hecho de haber internalizado esos prejuicios no se identifican como tales y se hacen llamar a sí mismas como “Expats”.
Irene Del Valle me relata con mucho cariño el caso de una paciente suya, una mujer afrodescendiente en España que presentaba dificultades para establecer relaciones positivas y significativas con la población local, lo que la limitaba en las oportunidades de participar plenamente en la vida social y laboral del país de acogida, en éste caso España. Después de haber recibido el acompañamiento de una especialista como Irene, su paciente pudo ocuparse de su bienestar psicológico y emocional y disfrutar muchísimo más de su relación con las y los habitantes del lugar.
Lo que hizo la paciente de Irene no es fácil, requiere de un acompañamiento profesional. Voltear la cámara hacia nosotr@s mismos y detenernos a hacer una reflexión honesta es aceptar que probablemente y de alguna manera formamos parte del problema ya sea de manera individual o estructural.
Eso requiere identificar, reconocer y aceptar nuestros propios prejuicios, discriminaciones, preferencias y sesgos cognitivos. Para comprender y empatizar con eso se requiere voluntad, humildad, honestidad, saber escuchar, pero también conceptos teóricos, académicos y “científicos” que nos ayuden a comprendernos (con mucha suerte sin juzgarnos) desde una perspectiva distinta. Nos ayudará a entender como muchas veces nuestras acciones individuales conducen a la exclusión, a la injusticia, a la discriminación e impactan enormemente en la salud emocional, mental, física, psíquica, económica, relacional de las personas racializadas o en contexto de migración.
Si quieres saber más sobre Romina Hernández, te invitamos a visitar su página web: https://www.rominahernandez.com/es
Bibliografía:
ACNUR (2023), ¿Qué es el racismo y qué tipos hay?, https://eacnur.org/es/blog/ que-es-el-racismo-y-tipos-de-racismo
Del Valle Irene (2021) , Ni de aquí ni de allá, Letrame Grupo Editorial.
Rivero Benfield, María Fernanda (2023), Hospitalidad Selectiva: una tradición mexicana en Vidas Desplazadas (Ana Mercedes Saiz Valenzuela- coordnadora), 2023, 363-374 pp. Pengouin Random House, Grupo Editorial.