Instagram: @ferriomd
México siempre ha sido cuna de grandes mentes en diversos campos de estudio, incluyendo a la medicina, cuyas contribuciones han dejado huella tanto en territorio nacional como en el extranjero.
Algunos de los nombres que los libros de historia mencionan son Fernando Quiroz Gutiérrez, autor del tratado de “Anatomía Humana”; José María Vértiz y Delgado quien pasó a la historia como el primer oftalmólogo en operar cataratas e inventar el tratamiento de abscesos hepáticos con ductos metálicos y Leopoldo Río de la Loza Guillén (1807-1976), médico, farmacéutico y químico recordado por ser el primer mexicano en obtener oxígeno y nitrógeno, entre otros elementos de origen natural, en laboratorio y haber tenido notable participación en la epidemia de cólera de 1833.
Quiero detenerme en éste último y compartir un poco de la biografía de quien se considera un parteaguas en la ciencia mexicana y quien no deja de ser relevante debido a, (respetando las diferencias en un mundo globalizado) la similitud de condiciones que el enfrentó durante su vida con la situación actual, por un lado la pandemia de Covid 19, en su momento la epidemia de cólera, actualmente las tensiones geopolíticas a nivel global y en su época la invasión del ejército estadounidense a México en 1847.
Leopoldo Rio de la Loza nació el 6 de noviembre de 1807, perdió a su padre en el año de 1815, obtuvo los grados académicos de médico cirujano y farmacéutico en 1833, año en que la epidemia de cólera se propagó por el continente americano desde Canadá, pasando por Estados Unidos, cruzando sus fronteras e internándose en la República Mexicana.
Además de sus contribuciones a la química, su deseo vehemente de aprender fue acompañado de un entusiasmo por enseñar y difundir los conocimientos científicos. En la época en la que la Escuela de Medicina, no tenía edificio propio, el Dr. Rio de la Loza se encargaba de los gastos de la enseñanza práctica, siendo dueño de la botica de la Merced, hacia llevar todas las sustancias químicas que fueran necesarias para las experiencias prácticas de los estudiantes.
Su labor no se limitó a saber y enseñar, comprendía que la ciencia no conoce lo que es el egoísmo y que la mejor manera de divulgar y hacer accesible el conocimiento es a través de formar sociedades científicas y relacionarse con las que existen. Fue socio efectivo, fundador u honorario de múltiples sociedades nacionales y sociedades europeas y americanas lo nombraron socio corresponsal de ellas.
Recibió un diploma de honor enviado por la Sociedad Universal Protectora de la Artes Industriales en Londres junto con una medalla de primera clase por el descubrimiento del ácido pipitzoico o Riolócico.
Fue honrado por el poder público de México correspondiendo a la confianza dando lo mejor de sí mismo como Inspector de medicamentos simples y compuestos que ingresaban a la aduana, director de las escuelas de medicina y agricultura o como presidente de la sociedad promotora de mejoras de los hospitales.
En 1847, debido a su profundo amor a México, cambió la pluma del sabio por la espada del guerrero para armarse de soldado y junto con maestros y alumnos de la Escuela de Medicina formar una compañía militar llamada “Médica”.
Datos disponibles de su biografía señalan que Leopoldo Río de la Loza dejó un sobre en el que pedía que su cuerpo fuera cubierto con una capa española que utilizaba para impartir cátedra y que su muerte no fuera difundida, para poder tener un entierro discreto. Falleció el 2 de mayo de 1876 en la Ciudad de México. Sus restos fueron sepultados en una fosa de segunda clase en el Panteón Dolores cumpliendo su deseo de tener un funeral modesto.
En este mes patrio, celebremos a mexicanos como el Dr. Rio de la Loza, quien es un ejemplo y un recordatorio de que el mejor estímulo científico consiste en el estudio metódico, que la riqueza de México está en su gente. México posee miles de genios en las ciencias, en las artes, en la literatura pero falta difusión, falta esa visión nacionalista de hacer de nuestros logros como individuos, logros de México.
Como dice el dicho popular, “no basta poner el huevo, también hay que cacarearlo” felicidades a todos los mexicanos en el exterior y todo mi respeto. Sé que no es fácil mantenerse lejos de nuestra tierra, les deseo triunfen, lleguen aún más lejos y después no se olviden de cacarear el huevo.
Instagram: @ferriomd