El inicio de la guerra de Rusia contra Ucrania, una nación libre y demócrata sorprendió al mundo que permaneció incrédulo al ver que una nación europea, modernista y progresiva se volvía el blanco del Kremlin sin razón alguna.
Aquel 24 de febrero, día de la Bandera Mexicana, los mexicanos alrededor del mundo despertamos viendo en las noticias, leyendo en los diarios, escuchando en la radio y recibiendo notificaciones en las redes sociales de misiles que atacaban a la población civil ucraniana cuando los tanques militares rusos forzaban su entrada al país vecino.
Ni una semana había transcurrido del regreso glorioso de la selección nacional que participó en los Juegos Olímpicos de invierno realizados en Pekín 2022. Ucrania celebraba la medalla de plata obtenida en salto alpino aéreo obtenida bajo la tutela del entrenador de la selección de esquí, Enver Ablaev, quien también entrenó a la medallista de oro ucraniana que participó en Pyeong Chang 2018.
Al igual que mucha gente, yo sentía gran indignación por el sufrimiento de ese país que era atropellado con la invasión no provocada y la cruel afrenta militar en contra de civiles: mujeres, niños, ancianos, dejando miles de muertos y heridos, así como provocando una destrucción urbana indiscriminada en las ciudades atrapadas en el conflicto.
En las primeras horas, vimos comenzar un desplazamiento de más de cuatro millones de mujeres y sus hijos menores de 18 años, huérfanos y ancianos débiles escapando de la guerra. Los hombres mayores de edad y hasta los 60, deberían quedarse a luchar y ayudar. Muchos ucranianos, residiendo en otros países, regresaron voluntariamente para sumarse a la defensa de su patria. Miles de familias permanecieron en el país para apoyar a sus hombres y militares y otras quedaron atrapadas, inhabilitadas para escapar. Soldados, mujeres con hijos y bebes recién nacidos, enfermos encamados en hospitales necesitaban alimentarse; tras cumplirse más de tres semanas de conflicto ya escaseaba la comida y todo se complicaba.
Sentí la urgencia de apoyar, pero no sabía cómo podía hacerlo desde una pequeña ciudad en la que radico en Alemania. La posibilidad de buscar la logística para poder apoyar surgió de una llamada con el entrenador olímpico Ablaev, quien con una video llamada, me describía como escaseaba la comida a paso acelerado y porqué había dejado de lado su trabajo como entrenador( habiendo mundiales de salto aéreo en curso en Italia), para ser un proveedor de alimentos, medicinas y todo lo que, por la escalación de la crisis, se requiera de emergencia, siempre arriesgando su vida en cada trayecto desde la parte oeste de Ucrania hasta Kiev la capital.
“Hace falta comida de bebé, alimentos para todos, medicinas y artículos de primeros auxilios y torniquetes, porque muchas veces heridos los soldados, no pueden dejar el frente para ir al hospital y tienen que atenderse de manera básica ahí mismo, necesitamos ayuda dentro de Ucrania.” me decía Ablaev y casi dos meses después del estallido de la guerra, la escases empeora.
Me pinté las uñas de azul y amarillo, los colores de la bandera de Ucrania y organicé la ayuda en mi ciudad, convocando a medios, a la Alcaldía y los ciudadanos logrando en una semana de colecta, enviar 200 cajas de ayuda con alimentos de bebe, pañales, enceres para bebés, productos higiénicos para mujer y hasta alimento para mascotas, gracias a la solidaridad de los ciudadanos alemanes que localmente se sumaron a mi llamado.
Y es que además de las ciudades librando batallas, Mukachevo, frontera con Hungría que cuenta con 80,000 habitantes, en la tercera semana de guerra ya se había sobrepoblado con 300,000 refugiados ucranianos, en su mayoría madres de familia, niños y bebés en brazos, quienes buscaron refugio en esa zona del país, escapando del peligro de los cientos de misiles lanzados al sur y centro de la nación pero sin estar dispuestas a abandonar su nación.
Aunque en Ucrania hay guerra, el mundo continúa su ritmo, y el deporte de alto rendimiento seguía su calendario invernal, por ello se efectuaba el Mundial de salto aéreo en Italia, Ablaev tenía claro que no podía alejarse de su compromiso de recibir, distribuir y transportar la ayuda humanitaria, aun con el riesgo de perder la vida en esos recorridos nocturnos a Kiev, que significaban distancias de 9 horas, pero por el peligro se hace con rodeos por corredores solitarios y entre retenes militares se convertía en trayectos de mas de 22 horas.
“Decidí que Oleksandr Abramenko, mi medallista de Pekín 22, fuera en mi lugar, pero después acudí también al Mundial, y llegué con mi familia a la final, para asegurarme que los jóvenes atletas se concentraran en competir y descansar mentalmente del horror que vivimos en Ucrania. Obtuvimos un primer y un cuarto lugar, la alegría momentánea la ofrecimos como parte de nuestra lucha, como parte de nuestro mensaje al mundo ante el profundo dolor que llevamos todos los ucranianos”.
Me queda claro que en Ucrania hay muchos héroes sin capa, héroes que nunca sabremos sus nombres, pero con su aportación hacen la diferencia defendiendo a su nación y sus ciudadanos.
Para mí como mexicana, fue una profunda alegría, servir a un país en crisis enviando la ayuda humanitaria a La Casa de la Caridad, que es una Fundación dirigida por el Pastor Bautista Vasyl Fenchak en Uzhgorod cerca de Mukachevo en Ucrania, la cual fue creada en enero del año 2003. Más de 100 personas trabajan en las instalaciones que tienen un orfanatorio con 60 niños, dos asilos de ancianos y personas sin familia. Desde que comenzó la guerra, preparan 1500 comidas diarias y tan solo en las últimas 5 semanas han distribuido 400 toneladas de ayuda humanitaria.
Vitali Klitschko, es el alcalde de Kiev, quien junto a su hermano Wladimir Klitschko están unidos al frente de la estrategia, para evitar la entrada militar rusa a la capital. Ambos hermanos son Ex Campeones Mundiales del Boxeo, importantes figuras públicas, embajadores de buena voluntad y el deporte.
Como periodista también ha sido significativo tratar de ayudar, ya que conocí a Vitali Klitschko en el 2010. Nos reunimos en Gales, antes de retirarse del boxeo y convertirse en político de su país natal, me concedió en entrevista como Campeón Mundial del boxeo y nos reunimos en el Reino unido para ello. Conocí los aspectos más trascendentes de su biografía, que están incluidos en mi libro El Negocio del Dolor, la crónica del boxeo elite mundial basándose en una historia sobre la superación de los miedos en la vida para materializar los sueños, los cotidianos y los más ambiciosos. Nunca imaginaria que vería a ese gran Campeón y ser humano, librar una guerra contra el kremlin.
En Alemania hogar adoptivo permanente o temporal de más de 17,000 mexicanos, hay varios apoyando a Ucrania. Fernando Soto Salazar es músico y productor teatral. Recientemente aceptó unirse al llamado Express por Odessa, participando como músico con el fin de reunir fondos para Ucrania. Los mexicanos somos solidarios y ser embajadores de buena voluntad nos llena de orgullo.
Me entusiasma haber emprendido un plan de envío de alimento como ayuda para Zoo Patrol, una unidad de rescate de mascotas que quedaron encerrados en las casas de sus dueños que dejaron la ciudad y no han podido regresar a sus viviendas por ser lugares de conflicto. Hasta el momento hay 800 perros y un centenar de gatos liberados y necesitan alimento para ellos.
¡El dar, no es un acto, es una forma de vida, sabiendo que lo que se comparte de corazón, se multiplica!
Haciendo votos por la paz del mundo y por el alto a la guerra contra Ucrania.
PorAraceli Martinez –Rose
Autora y periodista mexicana en Alemania
@MXAraceli1
*Araceli Martínez Rose es periodista y autora de biografía deportiva y literatura infantil, Licenciada en Ciencias de la Comunicación de la Universidad Iberoamericana, integrante de la Red Global de Mexicanos Alemania capítulo Frankfurt.