El 24 de abril de 2021, el Titular de la Secretaría de la Defensa Nacional y el Primer Viceministro de Relaciones Exteriores de la República de Corea brindaron un homenaje conjunto a los veteranos mexicanos que combatieron entre 1950 y 1953 en la Guerra de Corea.
Luego de siete décadas, el empeño y el sacrificio de los jóvenes migrantes que formaron parte del contingente multinacional destinado a la restauración de la paz recibieron un reconocimiento largamente pospuesto por las circunstancias de la historia.
El General Secretario destacó que los soldados mexicanos combatieron en Corea dentro de una misión acordada por las Naciones Unidas, mientras que el Vicecanciller coreano enfatizó que tanto soldados de origen mexicano, como ciudadanos mexicanos se alistaron en el ejército de Estados Unidos y lucharon en apoyo a la República de Corea, por lo que se ganaron ser valorados como “los verdaderos amigos del pueblo coreano”.
A las medallas que obtuvieron los soldados migrantes dentro de las fuerzas armadas estadounidenses, incluyendo órdenes del Corazón Púrpura y al valor, se han sumado blasones conferidos por el Ejército mexicano y la condecoración Embajadores de la Paz establecida por la República de Corea a quienes combatieron desde junio de 1950 a julio de 1953 en la restablecimiento de la paz en la Península.
La justicia histórica del reconocimiento se hace evidente al abordar las historias de vida de los veterano, al menos uno de los cuales llegó a la Península en la última semana de junio de 1950, dentro del primer grupo de soldados que al momento de iniciar las hostilidades servían como fuerzas de ocupación en Japón y fueron movilizados de emergencia.
Los recuerdos del primer combatiente tienen que ver con su misión de detener a las fuerzas invasoras con todos los factores en contra “nuestras armas no penetraban el blindaje de los tanques”, en esas condiciones, ese primer contingente sacrificó más del 60% de sus elementos en cuestión de días mientras el frente se desplazaba lentamente rumbo al puerto de Pusán.
Los textos de historia registran que el momento más crítico de la guerra fue la ofensiva que puso sitio al último reducto en la Península, conocido como “el Bolsón de Pusán”. Y los recuerdos de otro veterano mexicano, que llegó en julio de 1950 dentro del primer grupo de Marines a estabilizar la cabeza de playa en Pusán son elocuentes “el principal entrenamiento en Camp Matthews fue para mantener listo el rifle de combate y el segundo era para saber cómo desarmarlo y deshabilitar el arma en caso de caer prisioneros, en esa situación el soldado no estaba obligado a brindar información al enemigo, únicamente asentar nombre, rango y número de serie”.
Los recuerdos de los veteranos mexicanos confluyen en evocar los arrecifes de 8 metros de altura que tuvieron que trasponer en septiembre de 1950 durante la operación anfibia en Incheon que cambió el rumbo de la guerra: “la mochila con equipo de comunicación pesaba 43 libras más el arma de cargo”.
70 años después, las manos del veterano son aún capaces de poner en Clave Morse los mensajes de coordinación de los batallones. E igualmente tiene presente los mensajes desesperados que su pelotón, aislado 40 días tras líneas enemigas por una deficiencia en la planeación del Comando Central, envió una y otra vez llamando a que acudieran a rescatarlos.
El servicio de los mexicanos en Corea abarcó sobre todo actos de heroísmo, como el rescate de un grupo de coreanos que habían quedado cercados, el veterano mexicano cumplió en ese episodio su última misión en la Península, ya que recibió cuatro balas que obligaron a su evacuación de emergencia y habría de despertar tres meses después, a inicios de 1952 en las instalaciones de terapia intensiva de la base naval en San Diego a cinco mil kilómetros de distancia y con la seguridad de que las personas que le habían encomendado salvaron la vida.
El testimonio de los veteranos mexicanos sobre sus vivencias cobra una sonoridad propia cuando se contrasta, por ejemplo, la desaparición incluso física de los sitios más emblemáticos de la época. Citando el caso de Fort Ord, donde entrenó el soldado del primer contingente en acudir a Corea, vale tener presente que la base militar, en las cercanías de Monterey, California, dejó de operar desde hace casi 30 años, sus puertas cerraron en 1994.
Y sin embargo el veterano mexicano, que después de la desmovilización retornó a Sonora para hacer una vida y criar una familia, continúa siendo un acervo de los recuerdos que dan dimensión humana a la historia. Como “la camaradería con los soldados colombianos que eran parte de las fuerzas de las Naciones Unidas”. Este punto lo refuerza el recuerdo de otro veterano “los turcos eran los primeros en ofrecerse de voluntarios en las misiones peligrosas”.
Por décadas la narrativa sobre la Guerra de Corea ha destacado que 16 países, desde Estados Unidos hasta Luxemburgo, enviaron contingentes de combate, mientras otras 5 naciones enviaron personal médico. El acervo memorioso de los veteranos, soldados que fueron parte de familias migrantes en su momento y que en alta proporción retornaron luego de 1953 a territorio nacional, coloca con toda justicia a los mexicanos en ese listado único en la historia de combatientes por la paz.
De hecho, puede afirmarse que los veteranos mexicanos se adelantaron a la historia de varias maneras ya que su esfuerzo, incluyendo a los que murieron en servicio, permitió restituir la estabilidad regional, pero el alto precio pagado hizo que se reconociera que tales operaciones de construcción de paz serían inviable en conflictos subsiguientes, por lo que a partir de 1956, las estrategias multilaterales tomaron forma de operaciones de mantenimiento de la paz, las cuales incluyen salvaguardas a las que los jóvenes soldados migrantes de 1950 no pudieron ni siquiera aspirar mientras ponían su vida en la línea frontal al cumplir la misión encomendada por la ONU.
El legítimo orgullo que para todos los mexicanos significa esta aportación a la historia se ha visto reforzado mediante la creación de la Asociación Mexicana de Veteranos de la Guerra de Corea 1950-1953, con lo que se inscribe el nombre del país como el más nuevo capítulo nacional de la Federación Internacional de Asociaciones de Veteranos de la Guerra de Corea. De este modo, los veteranos mexicanos siguen honrando a su país y a sus compañeros caídos hace setenta años en la causa de la paz.