Nací y crecí en Ecatepec, Estado de México, mis padres, abuelos, tíos son de Guanajuato, mis padres como tantas personas emigraron de la provincia a la Ciudad de México en la década de 1970, buscando horizontes más prometedores para ellos y en especial para sus hijos.
Cuando era niña, mis límites eran un canal, un cerro e industrias. Solía preguntarme si había algo más allá de eso, si era tan imposible estar en esos sitios descrito en los libros que estudiaba o que veía en la tele.
Descubrí en el estudio una forma de sobrepasar mis límites, recuerdo leer sobre Roma, la Torre Eiffel, Londres, Nueva York, China, me parecía fascinante que en otros sitios se viviera de forma tan distinta a la de mi barrio; quería verlo, quería experimentar todo lo que pudiera, ansiaba vivir al máximo, que me doliera la vida de tanto vivirla.
Por mis estudios y el esfuerzo de mis padres, viajé a los 18 años a Cancún, por motivo de un congreso. El avión en el que viajaba desde la Ciudad de México tenía como destino final París, ese avión en el que yo estaba, en una horas atravesaría el Atlántico y llegaría a Europa, ese avión que ahora veía, pisaba, tocaba me transportaba a otro país: era fascinante.
En ese viaje vi por primera vez el mar Caribe y quedé absorta, todo era más bello de lo que hubiera podido imaginar.
Y ese fue solo el comienzo…
He viajado a Chile, Estados Unidos, Inglaterra, Austria, Alemania, Italia, he vivido en España, Francia y Ecuador. He convivido y tengo amigos de diversas nacionalidades y aunque me he acostumbrado al ajetreo de los viajes, he conservado el asombro de llegar a nuevos sitios, como cuando me maravillé ante la majestuosidad de ese mar de turquesa.
En mi juventud no era muy creyente, educada en el más ortodoxo laicismo en escuelas e Instituciones públicas, dejé a Dios fuera de mi vida. Creí que si existía, estaría ocupado por asuntos más importantes que los de una joven perdida en la multitud de personas, entre las que habría gente más interesantes con vocación de santos, o un desastre, a quienes Dios tenía que rescatar, no podía imaginar que Dios se ocupara de mí.
Pero había algo que me inquietaba y por mucho que aprendía, no conseguía responder ¿cómo surgió el primer átomo? ¿y el primer organismo? si el hombre es como todas las creaturas ¿por qué la ciencia, la medicina, la compasión? eso no es instinto y en medio de todo este inmenso universo ¿para qué estoy aquí?
Mi mente buscó, analizó y llegó a la conclusión: Dios debe existir y si existe, yo quiero conocerlo.
Un domingo, después de mucho tiempo, participé en misa, compré una biblia y empecé a estudiar, pedí ayuda a personas que creí que sabían más y busqué respuestas a mis preguntas, me encontré con Dios: tres personas divinas, compartiendo un amor y una unión infinita, absoluta verdad y bondad.
Descubrí que la fe para que crezca necesita ser compartirda con más personas, participe en grupos de oración, de lectura y encontré a las Misioneras y Misioneros Identes, y después de convivir y reflexionar sobre mi vida encontré su sentido y vocación.
En ese entonces vivía en Barcelona, ese fue mi primer sitio de misión, después de dos años, me trasladaron a Loja, Ecuador.
He conseguido triunfos académicos gracias a mis maestros, ya que me formaron científicos excepcionales, pero el sentido de mi vida es mi misión, que consiste en acompañar a las personas a encontrarse con Dios, profundizar en el Evangelio y vivir con sentido de excelencia.
Descubrir a Dios me ha permitido romper mis límites, puedo estar en cualquier lugar del mundo, a donde me lleve mi misión, y mi hogar definitivo es el Cielo, donde según mis creencias, me esperan los brazos de mi Padre Celestial porque no hay límites para quien se ha propuesto amar.
Silvia González es científica, Doctora en Química Física y Métodos computacionales por la Universidad de Barcelona. Es egresada del Instituto Politécnico Nacional donde estudió Ingeniería Química Industrial.
En febrero de 2018 obtuvo el reconocimiento internacional por parte de la Organización para las Mujeres en Ciencia para el Mundo en Desarrollo (OWSD) y la Fundación Elsevier gracias a sus aportes en el ámbito de la Química computacional, siendo declarada una de las cinco mejores científicas de los países en desarrollo durante aquel año.
Actualmente, Silvia es docente de Físicoquímica y Termodinámica en la Universidad Técnica Particular de Loja y sus investigaciones se basan principalmente en el modelado molecular de sólidos y superficies con propiedades catalíticas
Por Silvia González
@EmbaMexEcu