Por Dra. Sandra Irma Montes de Oca Mayagoitia
Departamento de psicología
Universidad Iberoamericana
X: @IBERO_mx
La diáspora mexicana enfrenta una multiplicidad de desafíos, desde la adaptación a nuevas culturas hasta tensiones económicas y sociales. Los migrantes mexicanos, protagonistas de esta movilidad por razones políticas, económicas o sociales, a menudo se encuentran navegando por un terreno evidentemente complejo. En este escenario, el trabajo comunitario emerge como un pilar fundamental para fomentar la salud emocional en esta población. Es una manera de dar seguridad al difícil terreno por el que transita su vida y su salud mental.
Nada más cierto que lo que afirma el filósofo francés Gaston Bachelard: “La inmensidad es una dimensión íntima”. Frente a un asunto que va ocupando, cargando la agenda mundial de las últimas décadas, frente a tan abrumadora problemática, a veces no pensamos en los sujetos individuales, en la visión íntima del fenómeno migratorio, que solo puede ser enfocado a partir del concepto de comunidad, del espacio natural donde los migrantes pueden compartir experiencias y recursos. Para la diáspora mexicana, la construcción de redes comunitarias resulta especialmente beneficioso, ya que no solo ofrece refugio emocional en un entorno muchas veces desconocido, sino que también actúa como un medio para acceder a recursos prácticos esenciales.
La relevancia del trabajo comunitario en la atención de la salud mental de la población migrante se acentúa aún más por los desafíos específicos que enfrentan: la discriminación, las barreras lingüísticas y la dificultad para acceder a servicios adecuados son solo algunas de esas contrariedades. En este sentido, las iniciativas comunitarias pueden colmar un vacío crucial al ofrecer dichos servicios en su idioma nativo y ser culturalmente sensibles.
Sin embargo, el valor del trabajo comunitario va más allá de la mera provisión de una atención formal. Facilita la autogestión emocional al empoderar a los individuos para que tomen un rol activo en su propio bienestar. Al participar en actividades comunitarias, los miembros de la diáspora pueden fortalecer su resiliencia, mejorar su autoestima y aprender estrategias efectivas para lidiar con el estrés y la ansiedad. Estas estrategias pueden incluir prácticas de mindfulness, técnicas de respiración consciente, ejercicios de visualización positiva y la búsqueda de apoyo dentro de la comunidad; el contagio, pues, de un vitalismo que, dadas sus condiciones de vida, resulta esencial.
Imprescindible concluir con el énfasis en que el trabajo comunitario representa un componente sine qua non en la promoción de la salud mental al proporcionar un espacio seguro para compartir experiencias, acceder a recursos y fomentar la autogestión.
Si sientes estrés, ansiedad, depresión o soledad y necesitas apoyo, te invitamos a acercarte a la Ventanilla de Salud de tu consulado más cercano.