“Evadirse”, una de las motivaciones que mayormente predice el desarrollo de una adicción.
Las adicciones son uno de los problemas de salud con mayor impacto tanto a nivel personal como social, con importantes repercusiones en salud pública por los costes humanos, económicos y sociales que supone.
En los últimos años, los paradigmas relacionados con las adicciones han cambiado, llevándonos más allá del consumo de sustancias a la aparición de síntomas y procesos adictivos asociados a conductas, como el juego, el sexo, las nuevas tecnologías, entre otras.
¿Cómo es que los seres humanos podemos ser proclives a las adicciones? es una pregunta con múltiples respuestas, igual que las causas de cualquier otra enfermedad, que van desde los sistemas más primitivos que rigen el comportamiento y respuestas humanas, a nivel biológico, genético o neuropsicológico, a las caracterizaciones más individuales, como la personalidad, estilos de afrontamiento, respuesta a las emociones, etc.
Su estudio se ha centrado en diferentes áreas, una de ellas es encontrar la motivación al inicio en las conductas o consumo de sustancias adictivas y en que se diferencian aquellos que terminan desarrollando la adicción de los consumidores ocasionales.
Muchos términos se usan relacionados a la motivación, como la necesidad de ser aceptado o formar parte de un grupo social, o los motivos personales de pasárselo bien. Igualmente, usar cualquier conducta o sustancia adictiva como manera de responder a emociones o situaciones que no sabemos como manejar de otra manera, es algo que se ha estudiado en gran manera. Pero uno de los términos que recientemente se puso en la mira como motivo de inicio de una adicción es la “evasión”.
La “evasión” puede definirse como un “recurso” para huir, evitar, eludir; pero también de acuerdo en la definición que proporciona la RAE, se utiliza como una característica de obras cinematográficas, programas televisivos, etc., cuya finalidad es divertir o entretener.
Si mezclamos ambas definiciones, estaríamos hablando que se huye de una situación o emoción a través de una actividad que resulte entretenida o divertida.
Las personas no mencionan directamente la palabra “evasión” como inicio de un proceso adictivo, mencionan frases como “lo hacía para no pensar”, “podía olvidarme de todo”, etc.
Si los índices de adicciones (en todas sus modalidades) están subiendo de forma alarmante, si la “evasión” es uno de los mayores predictores de iniciar una adicción, como sociedad, como individuos, ¿de qué estamos huyendo?
Es una pregunta sencilla pero que puede abrir una caja de pandora a lo más íntimo de cada persona y a nivel social, a cosas que están a plena luz y todos queremos evitar mirando hacia otro lado.
¿De qué huimos? de sentirnos solos, aburridos, cansados, sin encontrarle sentido a nuestra existencia, de ver una sociedad autodestruyéndose con niveles cada vez mayores de violencia, de nosotros mismos, de otros.
¿Y qué se ofrece como alternativa? No una manera de encontrar solución a esas situaciones, sino más y cada vez más creativas maneras de “evadirnos”, de huir, de entretenernos, de divertirnos. Porque es otro requisito, otro mensaje que nos bombardea constantemente, hemos de ser felices, como si no hubiera ningún otro objetivo, y hemos de serlo a costa de otros si es necesario, y hemos de hacerlo en los parámetros que los demás nos han impuesto, con objetivos económicos, sociales, de pareja, de imagen, que sean aprobados por los miles de ojos que nos observan día a día, sea en persona o sea por una pantalla. Porque ahora todos podemos mostrarnos al mundo, y lo que mostramos no es lo que somos, es lo que nos exigen o nos gustaría que fuera, así se logran la mayoría de likes, de visualizaciones, si lo que muestro esta al agrado de otros.
Sin embargo, lo que origina el malestar real no se va con la evasión. No somos un océano, no podemos enviar al fondo aquello que nos molesta para siempre, tarde o temprano la oscuridad emerge a la superficie, y en ocasiones viene en forma de adicción, cuando aquello que prometía hacernos olvidar, darnos esos destellos de felicidad, deja de hacerlo.
Este no es un artículo cuya finalidad sea el juicio, sino la reflexión, ¿de que estamos huyendo? ¿Por qué sentimos la necesidad de hacerlo? Si la respuesta es demasiado dolorosa, siempre podemos recordar que no estamos solos, busquemos ayuda, no la fantasía de la felicidad, las emociones, positivas o negativas son finitas, pero tenemos la capacidad de manejarlas de maneras no destructivas, solo que quizá no lo sabemos.
De nuevo, la invitación es a buscar ayuda, estamos menos solos de lo que creemos, hay demasiados intentando “evadirse”, pero también hay profesionales que pueden ayudarnos a dejar de huir, acompañarnos mientras nos enfrentamos a la oscuridad y ayudarnos a salir de ella, porque es posible, la libertad es posible.
Jazmín Lucero Munguía Godínez
Es Doctora en psicología clínica y de la salud
e integrante de la Red Globlal MX, Capítulo Barcelona
@Talentia_BCN