Reflexiones de mi interior.
Siempre estuve conectada en mi niñez con la feminidad. Sin embargo, nunca me sentí como si fuera una niña. Había partes de mí que deseaban no ser una niña. Quería un cuerpo que no se viera femenino. Pienso que no quería ser percibida solamente como femenina.
Durante la mayor parte de la escuela secundaria y preparatoria, me vestí de manera bastante masculina o flexible. Pero todavía no me sentía muy feliz con esa experiencia tampoco.
Nunca quise ser un hombre. No estaba segura de ser una niña. Eso tampoco era exactamente lo que yo quería. Pero ser una niña tampoco me hacía sentir bien. Quería ser ambos. Siempre digo que mi identidad de género es la de una niña que se siente como un niño y un niño que se siente como una niña simultáneamente. No me siento ni niña ni niño.
Cuando comprendí que la concepto del género es una construcción, me di cuenta de que lo no binario me resultaba más cómodo. Todavía me gusta ser femenina, en todo caso me visto más femenina después de que me di cuenta de que soy no binaria.
Me siento como una persona que viste femme, a veces andrógino, es decir estoy por encima del género como construcción.
Mis pronombres suelen ser ellos/elles. No me importaría llamarme ella/elle, pero debido a mi expresión de género, a menudo me perciben y se refieren a mí como una niña.
Actualmente, nuestra sociedad está muy atada a los roles de género como consecuencia de los roles patriarcales. Yo misma y otras personas de mi edad no nos conformamos a menudo con esos roles y me entristece que en ocasiones mis compañeros no rompen con esos atavismos.
Reflexiones del exterior.
Hace unos meses, estaba conversando con una amiga que vive en México. Nosotros nos dimos cuenta que las personas transgénero viven un alto riesgo de enfrentar la violencia en México. Ella se sorprendió cuando le conté las estadísticas de mujeres transgénero racializadas que son asesinadas de manera muy violenta en los Estados Unidos de América, como el infame caso de Marsha P. Johnson.
Desafortunadamente, la realidad para las personas trans como yo es bastante difícil. Mi existencia sufre un impacto discursivo, tomando en cuenta las políticas anti-LGBTQ.
¿Quién diría que vivir mi vida en el cuerpo en el que estoy sería una declaración política tan atroz?
He estado en situaciones en las que las personas, sin saber que soy trans, han hablado de la comunidad transgénero con ira y violencia. Escuché cosas de personas que pensé que eran mis amigos que realmente me hicieron sentir miedo. Dicen que las personas trans están enfermas, son insufribles o merecen la violencia que reciben. En mi opinión, esos comentarios son injustos porque nosotros merecemos vivir la vida en nuestro cuerpo, sea cual sea nuestra elección, sin conflicto.
Vivo en el estado de la Florida que está politizando mucho a la juventud transgénero. El acceso a la atención de afirmación de género, la confidencialidad de los pronombres y la literatura queer son cosas que están en proceso de que legalmente sean prohibidas. A menudo tengo miedo por aquellos amigos que no “pasan”, ya que se está volviendo cada vez más normal ser violento con las juventudes transgénero.
Si combinas las políticas anti-LGBTQ con el hecho de que soy afrolatina con una madre inmigrante, vivir en los Estados Unidos me pone nerviosa a veces.
Estados Unidos se fundó bajo la Supremacía Blanca, lo que no se puede olvidar cuando se habla de la disparidad de sus políticas frente a las de otros países. Cualquiera que no siga la ideología del “sueño americano”, es decir, blanco, heterosexual, cisgénero, sano y rico, se convierte en el blanco de una declaración política que subsiste en los márgenes. Tu humanidad te es robada. A menudo, los discursos que se relacionan con la identidad de aquellos que no estamos en el centro, se tratan como un discurso casual en lugar de una experiencia humana.
Soy una persona que a primera vista puede ser percibida como afroamericana (street race). En realidad soy más que eso.
Soy negra, soy afroamericana, soy latina, y también soy queer.
A menudo me siento marginada en mi comunidad negra debido a que hay referencias culturales que no comparto, con las que no siempre conecto, porque mi familia no sigue las convicciones de una familia típica afroamericana porque también somos latinos. Por su parte en México, la gente se sorprende de mi origen mexicano y de que puedo hablar español debido a que solo ven mi apariencia de mujer afroamericana. A veces siento que mi experiencia en México se reduce, a que soy percibida como algo exótico como un animal como si no fuera una persona. Estoy orgullosa de mis comunidades. Estoy orgullosa de ser parte de ambas, pero a menudo no me siento del todo cómoda cuando estoy en ellas.
A primera vista, nadie sabría realmente que soy una afrolatina trans, pero estoy consciente de lo fuerte que es mi identidad. Puede que mi experiencia no siempre sea fácil, pero estoy protegida por mis antecesores que han marcado la historia para abrir un camino que nos ha llevado a gozar de los derechos civiles de los negros, de los latinos y de las comunidades LBGTQ .
Por eso, estaré eternamente agradecida y con esperanza de un futuro equitativo.