Por Itzel González
Es bien sabido que una de las tradiciones más emblemáticas en la cultura de México y por tanto, una de las festividades que perdura en el anhelo de las comunidades migrantes fuera del país es el Día de muertos.
Esta fiesta nacional que está tan presente en gran parte del territorio, y que tiene a su vez, grandes variedades regionales, ha sido el motivo para que grupos de artistas y migrantes mexicanos en el extranjero busquen reconectarse con sus orígenes, exploren nuevas etapas en sus procesos creativos y se sientan cobijados con la seguridad de lo conocido durante la intemperie que para muchos implica vivir en el extranjero.
Precisamente, en esta constante búsqueda, durante el pasado mes de octubre se llevó a cabo la Segunda Celebración del día de muertos en el Área Driftless, Wisconsin, un monumental esfuerzo en colectivo presentado gracias a la participación conjunta de distintas organizaciones y personas voluntarias de origen mexicano y estadounidense.
Entre los participantes se encuentran McIntosh Memorial Library, Driftless curiosity, Keewaydin Farms, el Consulado de México en Milwaukee y Mexican Folk Art Collective. Éste último, un grupo surgido a raíz de la nostalgia y añoranza por el reencuentro con el arte y cultura tradicional que tuvo Gabriela Marván, quien fuera seleccionada junto a 37 artistas más para las Jornadas Culturales de artistas mexicanos que se llevó a cabo en la Ciudad de México el año pasado.
Gabriela, quien es originaria de Cuernavaca, tiene formación en diseño gráfico por la Universidad Autónoma Metropolitana y una especialización en diseño multimedia por la Escuela de Diseño del Instituto de Bellas Artes, siempre estuvo interesada en el arte popular y en la cartonería, así que tras vivir un largo y complicado proceso burocrático al adquirir su residencia permanente, comenzó a crear cartonería y piñatas para reencontrarse con sus raíces e indagar en su veta artística “más alejada de la computadora y más cercana al trabajo manual”.
Gabriela ha conseguido conjugar su formación como diseñadora y su pasión por el arte de la cartonería con la gestión cultural. Ya en México, organizó el primer encuentro de diseño gráfico en la Riviera Maya, en el cual participaron distintos profesores y académicos de la UAM, la UNAM y la EDINBA. Esta experiencia fue uno de los primeros impulsos que tuvo en generar espacios de forma colaborativa, por lo cual, durante su estancia en Estados Unidos, buscó no sólo la conformación de su colectivo de artistas, sino que también impartió talleres y pláticas educativas en los que buscó fomentar y hablar acerca de los aspectos culturales e históricos de la cartonería y el arte popular mexicano.
Para ella, las artes y artesanías populares tienden a menospreciarse por el gran desconocimiento histórico y cultural de las tradiciones mexicanas; el representar demonios con los judas, o mostrar cráneos y esqueletos con las catrinas, se llega a considerar como blasfemia en distintos sectores de la sociedad que, en ocasiones, no consideran que las culturas ajenas valen la pena entenderse. Para Gabriela, otro gran problema que ella espera combatir con la creación de su colectivo es una mejor representación y valoración del arte popular mexicano, el cual constantemente se ve ultrajado ante el saqueo, las compras por mayoreo por acaparadores, la exotización y la despectiva necedad de equipararlo con producciones en masa. Al artesano se le suele “regatear” el trabajo, se le borra el nombre y en las más ocasiones, su trabajo se ve replicado por grandes consorcios que se valen de los vacíos legales y la desprotegida identidad de los productos culturales.
Gabriela no sólo ha conseguido gestionar y crear una de las redes más importantes de maestros artesanos dentro y fuera de México, sino que también ha comenzado un estudio y desarrollo museográfico en Viva Gallery. Durante la pandemia organizó una serie de talleres y pláticas para dar a conocer no sólo su trabajo, sino también el trabajo de los maestros artesanos que forman parte de su colectivo, entre ellos, están Pedro Nezahualcoyotl (galardonado con el XLVII Gran premio de arte popular); Alfonso Morales, maestro cartonero; la familia de artesanos alfareros Peguero García; entre otros más.
Lo que comenzó el año pasado con sólo 10 artistas ha culminado las semanas recientes con la adición de 10 artistas más, entre las cuales se encuentra la diseñadora de modas, Julieta Zavala. Ambas se conocieron en las Jornadas Culturales Binacionales organizadas en noviembre del 2021, en la Ciudad de México; Julieta, quien es también originaria de esta ciudad, vivió hasta los 20 años en la Colonia Roma de lo que fue en aquél entonces el Distrito Federal. Durante su infancia, su madre encontró una maleta llena de ropa de muñecas, que fomentaron la obsesión y curiosidad eterna de la pequeña Julieta. Con el transcurso de los años, decidió que quería dedicarse de alguna manera a algo que le recordara a la emoción y la alegría en el juego de vestir una y otra vez a sus muñecas, como lo hizo gracias a la maletita con ropa diminuta que nunca nadie reclamó. Fue así como inició la jornada de aprendizaje, búsqueda y perfeccionamiento de técnicas de confección de prendas.
En su adultez temprana, Julieta viajó a los Estados Unidos, con la idea de tener una estadía breve que le pudiera generar algo de dinero para quizás costearse sus estudios en una prestigiada universidad que ofrecía diseño de modas en su ciudad natal. Para su sorpresa, revalidó sus estudios, aprendió inglés, fue a la universidad en el Art Institute de la ciudad de Filadelfia, y formó una familia con quien fuera su compañero de estudios en la escuela nocturna.
En años recientes, Julieta decidió colaborar con el fotógrafo Manuel Flores, en Dream Art Studio, la diseñadora de tocados (y su amiga personal) Ada Reyes , la maquillista Letty Pineda y la artista Monica Lopez para presentar su primera colección de catrinas en el museo Penn de la ciudad de Filadelfia.
Gracias al encuentro que tuvieron el año pasado con otros artistas, Julieta y Gabriela consiguieron reunirse nuevamente en Wisconsin para presentar, junto con otros artistas locales (entre quienes se encuentran Julián y Adam Correa, Yesica Coria, Ceci Tejeda, Andrea Muñiz, Alejandra Jiménez, y Gabriela Marván) para ejecutar la celebración del día de muertos, que duró una semana y consistió en diversos talleres artísticos, confección de trajes diseñados con hojas de maíz y semillas, danzas aztecas, armado de arcos y ornamentos de cempasúchil, puesta de ofrenda y diseño de un mural.
El hospedaje de los artistas se llevó a cabo en la granja Keewaydin. La composición y presentación de todos los trabajos fue in situ, y, acorde a muchos de los migrantes y visitantes que acudieron a la celebración: “se sentía como respirar el aire de México en día de muertos”.
Para ambas artistas ha significado mucho el mantener vivas las tradiciones fuera de la patria, que gracias a eventos como éste se mantienen tan vivas como las llamas de las veladoras que iluminan los panteones a principios de noviembre en el país.
Segunda celebración del día de muertos en Wisconsin.
Por Itzel González
Es bien sabido que una de las tradiciones más emblemáticas en la cultura de México y por tanto, una de las festividades que perdura en el anhelo de las comunidades migrantes fuera del país es el Día de muertos.
Esta fiesta nacional que está tan presente en gran parte del territorio, y que tiene a su vez, grandes variedades regionales, ha sido el motivo para que grupos de artistas y migrantes mexicanos en el extranjero busquen reconectarse con sus orígenes, exploren nuevas etapas en sus procesos creativos y se sientan cobijados con la seguridad de lo conocido durante la intemperie que para muchos implica vivir en el extranjero.
Precisamente, en esta constante búsqueda, durante el pasado mes de octubre se llevó a cabo la Segunda Celebración del día de muertos en el Área Driftless, Wisconsin, un monumental esfuerzo en colectivo presentado gracias a la participación conjunta de distintas organizaciones y personas voluntarias de origen mexicano y estadounidense.
Entre los participantes se encuentran McIntosh Memorial Library, Driftless curiosity, Keewaydin Farms, el Consulado de México en Milwaukee y Mexican Folk Art Collective. Éste último, un grupo surgido a raíz de la nostalgia y añoranza por el reencuentro con el arte y cultura tradicional que tuvo Gabriela Marván, quien fuera seleccionada junto a 37 artistas más para las Jornadas Culturales de artistas mexicanos que se llevó a cabo en la Ciudad de México el año pasado.
Gabriela, quien es originaria de Cuernavaca, tiene formación en diseño gráfico por la Universidad Autónoma Metropolitana y una especialización en diseño multimedia por la Escuela de Diseño del Instituto de Bellas Artes, siempre estuvo interesada en el arte popular y en la cartonería, así que tras vivir un largo y complicado proceso burocrático al adquirir su residencia permanente, comenzó a crear cartonería y piñatas para reencontrarse con sus raíces e indagar en su veta artística “más alejada de la computadora y más cercana al trabajo manual”.
Gabriela ha conseguido conjugar su formación como diseñadora y su pasión por el arte de la cartonería con la gestión cultural. Ya en México, organizó el primer encuentro de diseño gráfico en la Riviera Maya, en el cual participaron distintos profesores y académicos de la UAM, la UNAM y la EDINBA. Esta experiencia fue uno de los primeros impulsos que tuvo en generar espacios de forma colaborativa, por lo cual, durante su estancia en Estados Unidos, buscó no sólo la conformación de su colectivo de artistas, sino que también impartió talleres y pláticas educativas en los que buscó fomentar y hablar acerca de los aspectos culturales e históricos de la cartonería y el arte popular mexicano.
Para ella, las artes y artesanías populares tienden a menospreciarse por el gran desconocimiento histórico y cultural de las tradiciones mexicanas; el representar demonios con los judas, o mostrar cráneos y esqueletos con las catrinas, se llega a considerar como blasfemia en distintos sectores de la sociedad que, en ocasiones, no consideran que las culturas ajenas valen la pena entenderse. Para Gabriela, otro gran problema que ella espera combatir con la creación de su colectivo es una mejor representación y valoración del arte popular mexicano, el cual constantemente se ve ultrajado ante el saqueo, las compras por mayoreo por acaparadores, la exotización y la despectiva necedad de equipararlo con producciones en masa. Al artesano se le suele “regatear” el trabajo, se le borra el nombre y en las más ocasiones, su trabajo se ve replicado por grandes consorcios que se valen de los vacíos legales y la desprotegida identidad de los productos culturales.
Gabriela no sólo ha conseguido gestionar y crear una de las redes más importantes de maestros artesanos dentro y fuera de México, sino que también ha comenzado un estudio y desarrollo museográfico en Viva Gallery. Durante la pandemia organizó una serie de talleres y pláticas para dar a conocer no sólo su trabajo, sino también el trabajo de los maestros artesanos que forman parte de su colectivo, entre ellos, están Pedro Nezahualcoyotl (galardonado con el XLVII Gran premio de arte popular); Alfonso Morales, maestro cartonero; la familia de artesanos alfareros Peguero García; entre otros más.
Lo que comenzó el año pasado con sólo 10 artistas ha culminado las semanas recientes con la adición de 10 artistas más, entre las cuales se encuentra la diseñadora de modas, Julieta Zavala. Ambas se conocieron en las Jornadas Culturales Binacionales organizadas en noviembre del 2021, en la Ciudad de México; Julieta, quien es también originaria de esta ciudad, vivió hasta los 20 años en la Colonia Roma de lo que fue en aquél entonces el Distrito Federal. Durante su infancia, su madre encontró una maleta llena de ropa de muñecas, que fomentaron la obsesión y curiosidad eterna de la pequeña Julieta. Con el transcurso de los años, decidió que quería dedicarse de alguna manera a algo que le recordara a la emoción y la alegría en el juego de vestir una y otra vez a sus muñecas, como lo hizo gracias a la maletita con ropa diminuta que nunca nadie reclamó. Fue así como inició la jornada de aprendizaje, búsqueda y perfeccionamiento de técnicas de confección de prendas.
En su adultez temprana, Julieta viajó a los Estados Unidos, con la idea de tener una estadía breve que le pudiera generar algo de dinero para quizás costearse sus estudios en una prestigiada universidad que ofrecía diseño de modas en su ciudad natal. Para su sorpresa, revalidó sus estudios, aprendió inglés, fue a la universidad en el Art Institute de la ciudad de Filadelfia, y formó una familia con quien fuera su compañero de estudios en la escuela nocturna.
En años recientes, Julieta decidió colaborar con el fotógrafo Manuel Flores, en Dream Art Studio, la diseñadora de tocados (y su amiga personal) Ada Reyes , la maquillista Letty Pineda y la artista Monica Lopez para presentar su primera colección de catrinas en el museo Penn de la ciudad de Filadelfia.
Gracias al encuentro que tuvieron el año pasado con otros artistas, Julieta y Gabriela consiguieron reunirse nuevamente en Wisconsin para presentar, junto con otros artistas locales (entre quienes se encuentran Julián y Adam Correa, Yesica Coria, Ceci Tejeda, Andrea Muñiz, Alejandra Jiménez, y Gabriela Marván) para ejecutar la celebración del día de muertos, que duró una semana y consistió en diversos talleres artísticos, confección de trajes diseñados con hojas de maíz y semillas, danzas aztecas, armado de arcos y ornamentos de cempasúchil, puesta de ofrenda y diseño de un mural.
El hospedaje de los artistas se llevó a cabo en la granja Keewaydin. La composición y presentación de todos los trabajos fue in situ, y, acorde a muchos de los migrantes y visitantes que acudieron a la celebración: “se sentía como respirar el aire de México en día de muertos”.
Para ambas artistas ha significado mucho el mantener vivas las tradiciones fuera de la patria, que gracias a eventos como éste se mantienen tan vivas como las llamas de las veladoras que iluminan los panteones a principios de noviembre en el país.
Segunda celebración del día de muertos en Wisconsin.
Por Itzel González
Es bien sabido que una de las tradiciones más emblemáticas en la cultura de México y por tanto, una de las festividades que perdura en el anhelo de las comunidades migrantes fuera del país es el Día de muertos.
Esta fiesta nacional que está tan presente en gran parte del territorio, y que tiene a su vez, grandes variedades regionales, ha sido el motivo para que grupos de artistas y migrantes mexicanos en el extranjero busquen reconectarse con sus orígenes, exploren nuevas etapas en sus procesos creativos y se sientan cobijados con la seguridad de lo conocido durante la intemperie que para muchos implica vivir en el extranjero.
Precisamente, en esta constante búsqueda, durante el pasado mes de octubre se llevó a cabo la Segunda Celebración del día de muertos en el Área Driftless, Wisconsin, un monumental esfuerzo en colectivo presentado gracias a la participación conjunta de distintas organizaciones y personas voluntarias de origen mexicano y estadounidense.
Entre los participantes se encuentran McIntosh Memorial Library, Driftless curiosity, Keewaydin Farms, el Consulado de México en Milwaukee y Mexican Folk Art Collective. Éste último, un grupo surgido a raíz de la nostalgia y añoranza por el reencuentro con el arte y cultura tradicional que tuvo Gabriela Marván, quien fuera seleccionada junto a 37 artistas más para las Jornadas Culturales de artistas mexicanos que se llevó a cabo en la Ciudad de México el año pasado.
Gabriela, quien es originaria de Cuernavaca, tiene formación en diseño gráfico por la Universidad Autónoma Metropolitana y una especialización en diseño multimedia por la Escuela de Diseño del Instituto de Bellas Artes, siempre estuvo interesada en el arte popular y en la cartonería, así que tras vivir un largo y complicado proceso burocrático al adquirir su residencia permanente, comenzó a crear cartonería y piñatas para reencontrarse con sus raíces e indagar en su veta artística “más alejada de la computadora y más cercana al trabajo manual”.
Gabriela ha conseguido conjugar su formación como diseñadora y su pasión por el arte de la cartonería con la gestión cultural. Ya en México, organizó el primer encuentro de diseño gráfico en la Riviera Maya, en el cual participaron distintos profesores y académicos de la UAM, la UNAM y la EDINBA. Esta experiencia fue uno de los primeros impulsos que tuvo en generar espacios de forma colaborativa, por lo cual, durante su estancia en Estados Unidos, buscó no sólo la conformación de su colectivo de artistas, sino que también impartió talleres y pláticas educativas en los que buscó fomentar y hablar acerca de los aspectos culturales e históricos de la cartonería y el arte popular mexicano.
Para ella, las artes y artesanías populares tienden a menospreciarse por el gran desconocimiento histórico y cultural de las tradiciones mexicanas; el representar demonios con los judas, o mostrar cráneos y esqueletos con las catrinas, se llega a considerar como blasfemia en distintos sectores de la sociedad que, en ocasiones, no consideran que las culturas ajenas valen la pena entenderse. Para Gabriela, otro gran problema que ella espera combatir con la creación de su colectivo es una mejor representación y valoración del arte popular mexicano, el cual constantemente se ve ultrajado ante el saqueo, las compras por mayoreo por acaparadores, la exotización y la despectiva necedad de equipararlo con producciones en masa. Al artesano se le suele “regatear” el trabajo, se le borra el nombre y en las más ocasiones, su trabajo se ve replicado por grandes consorcios que se valen de los vacíos legales y la desprotegida identidad de los productos culturales.
Gabriela no sólo ha conseguido gestionar y crear una de las redes más importantes de maestros artesanos dentro y fuera de México, sino que también ha comenzado un estudio y desarrollo museográfico en Viva Gallery. Durante la pandemia organizó una serie de talleres y pláticas para dar a conocer no sólo su trabajo, sino también el trabajo de los maestros artesanos que forman parte de su colectivo, entre ellos, están Pedro Nezahualcoyotl (galardonado con el XLVII Gran premio de arte popular); Alfonso Morales, maestro cartonero; la familia de artesanos alfareros Peguero García; entre otros más.
Lo que comenzó el año pasado con sólo 10 artistas ha culminado las semanas recientes con la adición de 10 artistas más, entre las cuales se encuentra la diseñadora de modas, Julieta Zavala. Ambas se conocieron en las Jornadas Culturales Binacionales organizadas en noviembre del 2021, en la Ciudad de México; Julieta, quien es también originaria de esta ciudad, vivió hasta los 20 años en la Colonia Roma de lo que fue en aquél entonces el Distrito Federal. Durante su infancia, su madre encontró una maleta llena de ropa de muñecas, que fomentaron la obsesión y curiosidad eterna de la pequeña Julieta. Con el transcurso de los años, decidió que quería dedicarse de alguna manera a algo que le recordara a la emoción y la alegría en el juego de vestir una y otra vez a sus muñecas, como lo hizo gracias a la maletita con ropa diminuta que nunca nadie reclamó. Fue así como inició la jornada de aprendizaje, búsqueda y perfeccionamiento de técnicas de confección de prendas.
En su adultez temprana, Julieta viajó a los Estados Unidos, con la idea de tener una estadía breve que le pudiera generar algo de dinero para quizás costearse sus estudios en una prestigiada universidad que ofrecía diseño de modas en su ciudad natal. Para su sorpresa, revalidó sus estudios, aprendió inglés, fue a la universidad en el Art Institute de la ciudad de Filadelfia, y formó una familia con quien fuera su compañero de estudios en la escuela nocturna.
En años recientes, Julieta decidió colaborar con el fotógrafo Manuel Flores, en Dream Art Studio, la diseñadora de tocados (y su amiga personal) Ada Reyes , la maquillista Letty Pineda y la artista Monica Lopez para presentar su primera colección de catrinas en el museo Penn de la ciudad de Filadelfia.
Gracias al encuentro que tuvieron el año pasado con otros artistas, Julieta y Gabriela consiguieron reunirse nuevamente en Wisconsin para presentar, junto con otros artistas locales (entre quienes se encuentran Julián y Adam Correa, Yesica Coria, Ceci Tejeda, Andrea Muñiz, Alejandra Jiménez, y Gabriela Marván) para ejecutar la celebración del día de muertos, que duró una semana y consistió en diversos talleres artísticos, confección de trajes diseñados con hojas de maíz y semillas, danzas aztecas, armado de arcos y ornamentos de cempasúchil, puesta de ofrenda y diseño de un mural.
El hospedaje de los artistas se llevó a cabo en la granja Keewaydin. La composición y presentación de todos los trabajos fue in situ, y, acorde a muchos de los migrantes y visitantes que acudieron a la celebración: “se sentía como respirar el aire de México en día de muertos”.
Para ambas artistas ha significado mucho el mantener vivas las tradiciones fuera de la patria, que gracias a eventos como éste se mantienen tan vivas como las llamas de las veladoras que iluminan los panteones a principios de noviembre en el país.