El ser un mexicano migrante y ser parte de la comunidad LGBTQI+ son dos categorías que cuando se intersectan, influyen grandemente en la identidad de los individuos, porque a pesar de los esfuerzos de muchas activistas, quienes hemos logrado que se instituyan centros de atención y servicios para migrantes pertenecientes a la comunidad LGBTQI+, siguen faltando espacios para mejorar las condiciones de llegada y de integración de nuestra gente.
Es nuestro deber abogar constantemente para que se construyan mas vías legales para regularizar a los migrantes mexicanos quienes, huyendo de penosas situaciones de violencia, ponen en manos de la suerte su destino y emprenden un peligroso viaje sorteando enormes dificultades, como son el cruzar peligrosas fronteras, sobrevivir al hambre, la sed, el abuso sexual y la violencia que están presentes en el camino, vienen buscando una mejor calidad de vida para su familia y para si mismos.
Partiendo de ahí, quiero hablar de las barreras con las cuales nos encontramos desde el momento en que emprendemos el gran desafió de migrar, situaciones que obstaculizan nuestra integración en este país. Estas barreras incluyen la falta de documentación, de oportunidades de empleo, vivienda, el idioma y la movilidad, entre otros. Al momento de su llegada muchos migrantes cuentan con el apoyo de familiares o amigos quienes ya se han establecido aquí, sin embargo, esto representa otro desafío para quienes además de ser migrantes somos parte de la comunidad LGBTQI+ ya que, generalmente somos excluidos de nuestros entornos familiares.
Incluso contando con el apoyo familiar, y aunque es una fortuna tenerlo, los espacios de convivencia pueden ser muy limitados, por lo que luego de unos días no faltarán roces que crean situaciones profundamente incómodas y nos obliguen a buscar espacios propios, no es fácil empezar en un lugar nuevo y esto nos lleva a nuestra primera gran barrera, la falta de documentación.
Sin documentación que provea un estatus regular a la persona migrante, las posibilidades de encontrar un empleo digno son cortas, las pocas opciones generalmente pueden vulnerar los derechos humanos y someternos a vivir en escenarios de explotación laboral, abuso verbal y físico, incluso de tráfico humano.
Además de esta situación común, el hecho de ser una persona LGBTQI+ nos expone a situaciones de estrés extra, ya que, muchas familias y espacios laborales no están abiertas a la idea de convivir con esta parte de nuestra identidad, somos obligados a esconder nuestra esencia y sentir miedo y culpa por ser como somos, que a su vez genera mayores problemas de autoestima y ansiedad, provocando incluso trágicas historias de suicidio. Por lo tanto, un gran desafío para muchos mexicanos de nuestra comunidad es el encontrar esos espacios que nos permitan ser y vivir nuestra sexualidad de manera libre, sin miedo, pero también segura y responsable. Por ello también, es de suma importancia contar con centros que ofrezcan servicios de salud mental y psicológica para nuestra comunidad.
Ligada a la falta de un empleo digno, es importante hablar del desafío que representa el tener acceso a una vivienda. Para poder encontrar y rentar, ya sea una habitación o un departamento, se necesitan cumplir ciertos requisitos: el primero, contar con un empleo que permita pagar periódicamente la renta, además de contar con los documentos que a la vez permitan firmar un contrato donde se especifiquen los derechos y obligaciones, tanto del arrendador como del inquilino. Sin estas garantías, se puede caer en situaciones donde es fácil reproducir escenarios de abuso como los ya mencionados, y es común sufrir infortunios en nuestra búsqueda de una vivienda adecuada. Esta situación se agudiza según nuestra situación de género o preferencias sexuales, mientras ambas sigan siendo un motivo de estigmatización, no es raro encontrar situaciones donde se les niega el acceso a la vivienda digna.
Otra barrera es el muro de la inmovilidad; la falta de opciones de movilidad a las que nos vemos enfrentados como migrantes parte de la comunidad, son tanto físicas como sociales; físicas porque es casi imposible movilizarse por medios de transporte públicos de manera cotidiana, además que este no siempre brinda la seguridad necesaria, ya que somos sujetos expuestos a la discriminación dependiendo de la ciudad o el lugar, la movilidad es una necesidad fundamental que se relaciona también con la del empleo y la vivienda. Por otro lado, la movilidad social se refiere al poder ser parte de una red de contactos que nos permitan acceder a espacios donde crear relaciones laborales, de amistad e incluso afectivas, ya que son necesarias para nuestro bienestar psicológico y emocional. Para los migrantes mexicanos de la comunidad, y podemos extenderlo para todos los latinoamericanos, los espacios de movilidad se limitan aun mas, no es fácil entablar diálogos con personas que no nos reconocen como parte de su entorno social y somos excluidos constantemente influyendo negativamente en nuestra autoestima.
Una tercera barrera es la del idioma, aunque para muchos resulte lógico pensar que el hablar mas de un idioma es una ventaja para cualquier persona, existen sectores sociales que pretenden imponer como norma que se utilice un solo idioma, el inglés, que si bien es el idioma oficial, no impide que también conviva con varios otros idiomas, aquí cabe una reflexión de índole histórica y filosófica: si partimos del hecho de que la realidad que nos rodea, en al cual existimos, es el resultado de una compleja serie de procesos históricos, y que nos han hecho lo que somos, entonces el uso de un segundo, tercero o mas idiomas vendría a ser el resultado lógico de esos procesos migratorios de la historia y no tendría porque ser visto como un problema en el imaginario social.
Por lo que no solo es necesario aprender inglés, por ser fundamental, sino tantos otros idiomas como sea posible, por lo tanto, hablar español debe ser un motivo de orgullo, mas no un motivo de miedo y desconfianza, ya que forma parte de una gran riqueza cultural, presente aquí, en un país que se ha caracterizado precisamente por ser un punto de encuentro de todas las culturas del mundo, y esa riqueza y diversidad cultural debe ser vivida sin miedo, nuestra presencia aquí junto con nuestra cultura es prueba de ello.
Sumado a todo esto, es necesario decir que los procesos migratorios son complejos y difíciles y pueden provocar profundos casos de ansiedad. Los momentos y espacios cuando y donde los migrantes son detenidos, son material y simbólicamente complejos, en el caso de las personas Trans, por ejemplo, la división binaria de los espacios en relación al género dificulta que exista un protocolo claro que permita que los procesos migratorios se desarrollen dentro de un marco de respeto a los derechos humanos, muchas veces no por falta de empatía por los miembros de la policía sino por falta de archivos que permitan abrir diálogos enfocados en establecer las normativas necesarias para mantener un buen trato a quienes formamos parte de la comunidad.
Ante estas barreras y desafíos a los que nuestros migrantes se tienen que enfrentar constantemente, cabe preguntarse ¿cuál es el papel de las instituciones que se dedican a brindar servicios orientados a esta comunidad? Y la respuesta puede ser muy amplia, pero, los servicios deben estar previstos de forma tal que permitan solventar, si no son todos, al menos parte de estas necesidades, aportar las herramientas necesarias para entender la magnitud de estas barreras y poco a poco ir superando estos grandes desafíos que van marcando el rumbo de nuestro porvenir en este país.
En este sentido, los servicios en los que debemos enfocarnos son de soporte psicológico, consejería tanto emocional como legal, servicios educativos enfocados en la prevención, diagnóstico y tratamiento de enfermedades, facilitar el acceso a servicios médicos adecuados, porque muchas veces ya llegamos con traumas psico-emocionales, incluso siendo portadores de alguna enfermedad sin saberlo. Además, ofrecer talleres y espacios creativos orientados a la producción del arte, programas de recreación, meditación y relajación, espacios de diálogo y debate, porque llegamos buscando luces que nos ayuden a vencer nuestros propios desafíos personales.
Todas estas barreras, tanto la falta de documentación, acceso a empleo y vivienda digna, movilidad e idioma existen, y parecen no tener una solución definitiva, pero se pueden superar primero “echándole muchas ganas” como caracteriza a los mexicanos, y luego los organismos sociales, civiles y gubernamentales deben trabajar unidos creando alianzas, como el Encuentro de Comunidades Mexicanas LGBTQI+ en el exteriororientadas a generar estrategias específicas.
Con tal fin, es necesario seguir construyendo espacios de colaboración conjunta, con el objetivo de conocer, de primera mano, las necesidades de nuestra población y buscar medios mas eficaces para disminuir las dimensiones de estas barreras y apoyar objetivamente a la comunidad de migrantes mexicanos LGBTQI+ a superar esos desafíos de la mejor manera posible, y un buen punto de partida es conocer las experiencias de quienes ya lo han logrado, por ello es importante recuperar nuestra memoria, registrar nuestros procesos, crear archivos que contengan los precedentes y los aportes de nuestra comunidad aquí en Estados Unidos.
Nuestras historias pueden revelar las necesidades de la comunidad, y pueden servir de inspiración y enseñanza para quienes vienen detrás de nosotros.
Por Elia Chino
Fundadora y Directora de la Fundación
Latinoamericana de Acción Social, Inc. (FLAS)
@666echino