Mi nombre es Ricardo Freytes Barjau y vivo en Toa Alta, Puerto Rico desde hace 15 años. Nací en el Estado de México, mi madre es mexicana y mi padre de puertorriqueño. Como un inmigrante mexicano en Puerto Rico me sentía fuera de lugar. Llegué a la isla a la edad de 4 años, una cultura bella pero completamente distinta a la de mi país natal. Sufrí el choque cultural tan pronto me empecé a relacionar con otros niños de mi edad.
En cuanto entre al cuido, me encontré en conflicto con el acento de mis compañeros. Esto y la rapidez que caracteriza la plática puertorriqueña hacían que volviera a casa sintiéndome rechazado por mi país de residencia. Con el pasar de los años, adopté el acento y muchos de los patrones del habla puertorriqueño.
Había escuchado hablar de México por mi madre, abuela y tíos, un país lleno de diversidad cultural y con una historia maravillosa. Muchos en Puerto Rico asumen que siendo mexicano conocía todo aspecto de la cultura, pero no era así, me fascinaba escuchar historias de familiares y remembranzas de mis ancestros, pero aun con todo eso sentía que no tenía un marco completo de mi cultura, veía unas cuantas pinceladas, pero no el retrato entero de México, el cual desde mi viaje ha adquirido un nuevo significado para mí.
La oportunidad del viaje del Programa de Inmersión Cultural y Voluntariado se presentó en un momento muy fortuito, estaba empezando a estudiar Ingeniería Biomédica y el propósito del programa era vincular a mexicanos que viven en el exterior para formar lazos de hermandad y participar en los esfuerzos de voluntariado de cada estado al cual se nos asignó y fue el Estado de Jalisco en mi caso.
Lo que más me atrajo de esta experiencia fue la posibilidad de poder compartir con personas que han pasado por situaciones similares a la mía. Tan pronto llegué a México me di cuenta de la diversidad de los participantes, cada uno con una experiencia distinta, pero al mismo tiempo, similar a la mía. Todos nos familiarizamos rápidamente, simpatizando y compartiendo nuestras vivencias como extranjeros.
Los lugares que visitamos en la Ciudad de México nos dieron una idea del trasfondo histórico de la nación, lugares como Palacio Nacional, Xochimilco, el Museo de Antropología y el Castillo de Chapultepec iluminaron mi mirada, caminar por sus calles apreciando todo a mi alrededor: personas, aparadores, música, todo pasando al mismo tiempo y formando parte de lo que yo había visto solo en películas.
Uno de los lugares que más me gustó fue Iztapalapa, ahí pudimos ver los proyectos de la alcaldía y participar en la creación de un mural. Pude ser testigo de cómo las personas se organizan y trabajan en pro de la comunidad a la que pertenecen y aman. También me sorprendió el proyecto de Utopías que tiene el municipio, centros comunitarios que les ofrecen múltiples servicios a la población desde talleres de danza hasta clases de diseño textil. Estas utopías ofrecen un lugar de intercambio para las comunidades y la oportunidad a sus habitantes de desarrollarse personal y profesionalmente.
En el estado de Jalisco también participamos en varias actividades y visitamos múltiples centros culturales como la Casa del Maíz en Tlajomulco donde nos enseñaron la variedad de razas de maíz que proliferan en el municipio, en Poncitlán visitamos la isla de Mezcala, la cual fue sede de muchas batallas durante la Guerra de la Independencia.
Nuestras visitas al MUSA, parte de la Universidad de Guadalajara, estuvieron repletas de exposiciones de la cultura Jalisciense y la historia del estado, la alfarería de municipios como Tonalá y Tala donde me fascinó ver la creatividad de los artistas con sus diseños únicos.
Al final, el viaje PICV fue una excelente experiencia de crecimiento personal y una oportunidad para ver a mi México de una forma distinta a la que retratan en los medios de comunicación. La amabilidad con la cual me trataron los habitantes y los servidores gubernamentales alegró mi visita. No solo eso, los recursos municipales me brindaron todo su conocimiento en el área, lo cual me enriqueció culturalmente.
La experiencia en el PICV 2021 me hizo sentir muy satisfecho, durante este viaje pude observar el amor que las personas tienen por su tierra y el orgullo con el que desempeñan su trabajo, lo cual caracteriza a mi México.
Ahora siento que tengo una perspectiva más amplia del país y de sus habitantes. Me enorgullece reconocer a México como una parte de mí, una parte inseparable, innegable e incorruptible que ahora le dan sentido a mi identidad. Las experiencias que viví en el programa se quedarán conmigo por el resto de mi vida.